Dos miradas

¡Qué ineptitud!

EMMA RIVEROLA

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Ni 100 días de gracia. Al ya exalcalde de Girona, Albert Ballesta, le han bastado 46 días para demostrar de forma reiterada su ineptitud. Es evidente que nunca debió asumir el cargo. Tan evidente como incomprensible que Carles Puigdemont le confiara la vara de alcalde. ¿Por qué el president cuando en el momento de confeccionar las listas municipales le había relegado a un prescindible número 19?

El error de Puigdemont no es baladí. Su apuesta por Ballesta fue una decisión personal que escapa de la lógica democrática y, visto lo visto, de la meritoria. O lo eligió porque priorizó la confianza frente a la capacidad o calibró mal las facultades de su sustituto. Es difícil decidir cuál de las dos razones es peor. El caso es aún más lacerante al tratarse de una ciudad con el peso de Girona. Un territorio clave para Catalunya y, también, para el procés. El fracaso de Ballesta implica de pleno a Puigdemont, pero las sombras no parecen haber llegado a la Generalitat. De hecho, nada parece alterar excesivamente un día a día que transcurre entre promesas del Paraíso a la vuelta de la esquina y negociaciones con Guindos y Montoro para llegar a final de mes. Podría ser desquiciante, pero no lo es. Quizá ha vuelto el oasis catalán y nadie se digna o se atreve a afirmarlo. Quizá vivimos la calma previa a la tempestad. O quizá, simplemente, el ambiente se ha teñido de una plácida y ensimismada indiferencia.