¿Qué hay que hacer?

Miquel Iceta explica cómo el proceso de transición nacional de CiU se ha convertido en estrategia para acentuar la confrontación entre Catalunya y España

Miquel Iceta

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Poco más de seis meses después de las elecciones del pasado 25 de noviembre, la cadena de errores de Artur Mas y sus nefastas consecuencias están a la vista de todos. Abandonó de forma apresurada e injustificada la estrategia unitaria para lograr un nuevo sistema de financiación denominada popularmente pacto fiscal. Dio por rota la negociación sobre la financiación a la cabeza de dos horas de una reunión con Mariano Rajoy a La Moncloa. Espoleado por una manifestación que no convocó y a la que no asistió, decidió avanzar las elecciones para lograr una 'mayoría excepcional'. La ciudadanía no solo no le proporcionó la mayoría solicitada sino que CiU perdió 12 escaños. De hecho, el resultado electoral configuraba un Parlament más fragmentado y más polarizado, y las fuerzas políticas más penalizadas fueron las que expresaban más moderación y transversalidad. Este fue el fracaso de quien quería liderar con una mayoría excepcional un proceso de transición nacional, y la razón por la cual mucha gente de orden que tradicionalmente había confiado en CiU se sienta cada vez más desorientada.

Una desautorización electoral tan evidente hubiera aconsejado una reflexión profunda y serena, un esfuerzo amplio de concertación política y social, pero para esconder el fracaso de su apuesta política, el presidente Mas y su entorno más inmediato optaron para cerrar rápidamente un acuerdo con ERC que se concretaba en un apoyo parlamentario externo a un gobierno minoritario de CiU a cambio de la convocatoria en 2014 de una consulta soberanista amparada o no en la legalidad, acordada o no con el gobierno de España. Empezaba así una cuenta atrás de resultado incierto que necesariamente tenía que producir el normal desgaste del gobierno CiU y el aumento de las expectativas electorales de ERC. Las encuestas certifican que es exactamente esto el que ha pasado y que se acentúa el escenario de polarización fruto de una estrategia insensata. Es patético ver como CiU va pidiendo a ERC que se incorpore al gobierno, mientras Junqueras se niega diciendo que él está muy cómodo en esta situación. Y tiene razón: ¡ha encontrado quién le haga el trabajo gratis!

En vez de mantener una amplia alianza para hacer posible el ejercicio legal y acordado del que se ha denominado derecho a decidir , el gobierno de CiU ha acentuado la estrategia de confrontación con el Gobierno de España, impulsando una declaración de soberanía, un Consejo para la Transición Nacional para diseñar las estructuras de una futura Catalunya independiente y los instrumentos para llegar, y desarrollando una campaña permanente de justificación de la independencia a partir de simposios y debates monotemáticos, el título del último ejemplo del que tenemos noticia es bastante elocuente y sintomático: "España contra Catalunya". Es obvio que la estrategia para romper es totalmente opuesta a una estrategia para acordar. Y, en este sentido, es difícil que CiU pueda sumar apoyos fuera de aquellos que ya han decidido que el único futuro deseable es el de una Catalunya independiente. Se trata de minimizar los riesgos, los obstáculos, los inconvenientes y las servidumbres del proceso independentista mientras se amplifican los conflictos, y se exacerban tensiones y problemas realmente existentes con la complicidad de los que al resto de España o bien menosprecian el peligro real de rotura o piensan sacar rendimiento político. En este momentos el gobierno de CiU tiene más interés al subrayar la imposibilidad de acordar cosas importantes con el gobierno de España que de resolver por esta vía los problemas que angustian los catalanes y las catalanas.

Creo que una mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya preferirían encontrar soluciones acordadas a los problemas reales de la crisis económica, del paro, de la necesidad de ayudar las empresas, familias y personas que lo están pasando muy mal, soluciones a los problemas reales en la relación entre Catalunya y España, de escaso respeto a la realidad plurinacional del Estado y de un trato económico injusto, soluciones para mejorar el funcionamiento de nuestro sistema político y la calidad de nuestra democracia. Pero esto requiere de amplias mayorías, de estrategias adecuadas, de tenacidad, de discreción, de inteligencia, generosidad, no de una cuenta atrás hacia una consulta ilegal que malogrará el deseo ampliamente mayoritario de hacer una consulta con todas las de la ley, mientras se acumulan conflictos sin la fuerza suficiente para garantizar que se lograrán los objetivos que se proclaman. Todo ello para generar falsas expectativas que implicarán enormes frustraciones.

Por este camino Catalunya saldrá perdiendo, saldrá más dividida, más debilitada, sin lograr los objetivos que de forma tan arbitraria como voluntarista algunos fijaron hace tiempo. Una consecuencia es ya del todo evidente: la pérdida de peso y capacidad de agregación de sus partidos hasta ahora centrales y vertebradores de la estabilidad política. CiU ve cómo se erosiona sin freno su papel de 'pal de paller' de la política catalana mientras el PSC ve como se erosiona su capacidad de vertebrar una alternativa progresista.

La evolución a corto y medio plazo de esta situación depende básicamente de CiU. ¿Será capaz de reconocer los errores de cálculo cometidos y promover los amplios consensos necesarios para lograr los grandes objetivos de país antes descritos, o seguirá emperrada en la estrategia del choque de trenes en la que Catalunya tiene tanto que perder y en la que la propia CiU corre el riesgo de romperse y de perder la posibilidad de liderar el proceso?

Al PSC, en una situación de enorme dificultad, le toca mantener un rumbo claro aunque sea a contracorriente. El rumbo de una estrategia de consensos, de amplios acuerdos, de denuncia de la confrontación y del choque de trenes, de defensa de una política económica socialdemócrata, del federalismo como vía de solución a los problemas concretos de ensamblaje entre Catalunya y el resto de España, de la necesidad de introducir reformas para mejorar el funcionamiento de las instituciones y la calidad de la democracia (a empezar por una ley electoral inspirada en el sistema de representación proporcional personalizada vigente a la República Federal de Alemania, y siguiendo por la posibilidad de celebrar consultas territorializadas), el rumbo de buscar complicidades dentro y fuera de Catalunya, el rumbo para cambiar las políticas de austeridad que pasa por fortalecer la presencia socialista, socialdemócrata y laborista al Parlamento Europeo en las elecciones del año que viene.

Estoy convencido que este es el rumbo que conviene en Catalunya, que fija los objetivos que pueden lograr poco a poco el apoyo de una mayoría de los catalanes y las catalanas y harán posible la suma de las fuerzas progresistas. El fracaso de los conservadores y de los partidarios del choque de trenes nos acabará dando la razón, pero por eso más que nunca conviene claridad, cohesión y firmeza en nuestras posiciones, algo que no es contradictorio con la búsqueda de los necesarios acuerdos de país, siempre que CiU abandone la vía que nos trae a todos juntos al desastre.