DOS MIRADAS

¿Qué hacer?

El independentismo se debate entre la efervescencia heroica y el tacticismo político

Carles Puigdemont, durante su mensaje de fin de año desde Bruselas.

Carles Puigdemont, durante su mensaje de fin de año desde Bruselas.

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Vista la virulencia de la fiscalía y la judicatura, vistos los argumentos que el Estado pone sobre la mesa para criminalizar al independentismo, vista la voluntad centralizadora y la posibilidad de ir más allá del resultado electoral para mantener (o perpetuar 'sine die') la aplicación del 155, se vislumbran al menos dos posibilidades para los partidos que ganaron los comicios, es decir, la conjunción de las fuerzas soberanistas que lograron 70 diputados.

La primera es una vía sin ambivalencias y con una confrontación directa (hasta qué grado lo dirían las circunstancias) con España. Una rememoración de lo que pasó en otoño, con el añadido de la prisión y del exilio, concluyentes y reales, una losa que gravita (y pesa) por encima de cualquier decisión. 

Una vía que fuerza el 'statu quo', en virtud de un mandato democrático, pero con el peligro de una mayoría inestable y de la hipótesis de unas nuevas elecciones y de la pervivencia de la intervención estatal

"Sangre fría y unidad"

La segunda posibilidad, la formuló recientemente Mas-Colell. "Sangre fría y unidad", decía. Para él, sin que represente "un liderazgo alternativo al que hay en la cárcel o en el exilio", conviene que se alcance la presidencia de la Generalitat (quizá con un regusto técnico, a la espera de, un 'impasse') y que la legislatura, a toda costa, dure cuatro años. 

El independentismo, pues, se debate entre la efervescencia heroica y el tacticismo político. Este es el tema.