¡Que Felipe es republicano!

"Tengo a Letizia con un mosqueo monumental, y no quieras saber cómo se pone cuando tiene ganas de bronca, con lo bien que me salió la intervención ayer"

Felipe consuela a Botella y Letizia a Blanco, en Buenos Aires.

Felipe consuela a Botella y Letizia a Blanco, en Buenos Aires.

MERCHE NEGRO

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Os tengo que contar lo que me ha pasado esta noche: sobre las cuatro menos cuarto de la madrugada aproximadamente me he despertado sobresaltada por un ruido estrambótico, del tipo que hacemos cuando nos levantamos al baño y nos tragamos el aparador del pasillo. He encendido la luz a trompicones y allí estaba, plantado delante de mí, don Felipe de Borbón y Grecia.

Con gesto exasperado y sin saludar siquiera, ha arrancado a hablar:

--Pues es que estoy preocupadísimo. Parece ser que en el discurso de Buenos Aires me he ganado la sucesión a la Corona. Mamá está pletórica. Antes de embarcar en el avión he podido leer su último whatsapp: “You did your best speech ever, my boy. I’m delighted. Dancing sirtaki”. Lo ha firmado con el emoticono de la flamenca porque de lo suyo no hay.

--Pero... y esto ¿qué tiene que ver conmigo? --pregunto, encogida y buscando un arma bajo la almohada. “Necesito algo bien contuntente”. Él continúa, ignorando mi lenguaje corporal.

--No lo tengo muy claro, yo estaba echando una cabezadita en lo que cruzábamos el Atlántico y he aparecido aquí. Por mí vale, que tengo que desahogarme con alguien.

--Ah... --No alcanzo a decir nada más. Tampoco ningún objeto.

--Tengo a Letizia con un mosqueo monumental, y no quieras saber cómo se pone cuando tiene ganas de bronca, con lo bien que me salió la intervención ayer, ¿porque lo hice bien, a que sí? Qué miradas, qué sonrisa, qué balance entre mi papel de padre, deportista y diplomático… oye, y qué dicción de audiolibro. Pues nada, que ella dice que me he cargado toda la operación.

Yo quiero que se vaya para dormirme al arrumaco de la tormenta. Me hago la valiente con la visión y le encaro: "Pero qué operación ni qué nada Felipe, que es muy tarde y tú con el cambio horario no te habrás dado cuenta". Él se sienta en la butaca que tengo a los pies, haciéndose hueco entre toneladas de ropa.

--Que mañana es lunes y no estoy para acertijos.

--¡Pero vamos a ver hija mía, que parece mentira! ¿Cuántos signos tenemos que hacer, cuántas pistas tenemos que dejaros Letizia y yo? ¡Que somos republicanos! Si llevo ya casi 11 años de reconversión.

-¿Cómo dices? –No doy crédito. “¿Pero qué he cenado, qué sueño-invento es este?”

-¡Hombre! Si no, de qué me iba a aguantar una republicana, agnóstica, sindicalista y no se qué más. Yo le dije una noche de otoño del 2002: “Contigo pan y cebolla, periodista de mis entretelas” y ella me respondió: “Pues se ha acabado esta tontería de las coronas y líneas dinásticas, encanto de mis alpargatas”.

Me noto la garganta seca --del estupor, supongo-- y le pido permiso para ir a por un vaso de agua. Desde luego, mira que soy idiota que estoy solicitando autorización a una aparición nocturna para ir a mi cocina. Debe ser porque yo en el fondo siempre he sido muy tradicional. “Por lo menos no le he llamado alteza”, medito mientras vuelvo, un poco más compuesta. Que vaya susto, por muy príncipe que sea el individuo.

--¿Qué sois... republicanos, pero qué-me-estás-contando?

--Claro que ella disimula que da gusto. Si ya lo decimos todos en casa: es la más inteligente de la familia con diferencia. ¿Quién crees que me obligó a llevar barba? “Tú como Bakunin Engels: así limpita, que te cierra bien”, me dijo. “¡La ética es estética, y la barba revolucionaria!”. Se llevó las maquinillas de afeitar y hasta ahora.

--Te queda bien –le digo, y es que es verdad– Como mínimo pareces un adulto, y está muy de moda-- La observación era ridícula sí, pero el momento también lo era. Haber estado vosotros ahí, a ver que decíais.

--¿Y sus vestidos, es que no os dais cuenta? --Felipe cogía carrerilla-- Pero si a la mínima que puede se planta un Óscar de la Renta o un Valentino rojo comunista-pasión... es que no las pilláis, no hay forma.

--Pero oye esto no parece muy proletario, digo, lo de la alta costura.

--¡Como que no se lo he dicho! Pero nada, ella se reafirma en que para ser de izquierdas no hay que ir vestida de luto y con un moño en el pelo como la Pasionaria. Que una cosa es la política y otra estar mona.

Ya eran las 4:17 am, y ahí estábamos la aparición de un señor de 1,97 en lo que debía ser una alucinación real, que aquí no era contradicción, y yo. Decidí no liarla parda, no fuera a pasar como con los epilépticos: “Tú síguele el juego que ya se irá”.

--Oye, ¿y a ti no te da pena dejar de ser el próximo rey de España? ¿qué harás entonces? ¿Y cuándo se lo contaréis a la familia?

--Para nada, qué va. Estoy harto de bodas, fines de semana de campiña y cenas de gala, que parezco un muñeco Ken. Las conversaciones son tan aburridas y repetidas que ya no sé de qué hablar. Los reyes y reinas ya no pintan más que en los cuentos, hay que reconocerlo: yo quiero ser primer ministro y moverme entre cumbres y bilaterales, que soy un demócrata de pelo en pecho. Y mucho: mira. --Se abría la camisa.

--Deja, deja, que no quiero verlo: ¿Esa es vuestra estrategia?

--Esa era. Si estaba claro que yo no iba a reinar, con la que nos está cayendo a los Borbones: en lo que Catalunya lograba cambiar la Constitución --que yo creo que sí toca, pero claro, a ver quién lo dice en público ¿eh?--, eliminábamos el Título II para aprovechar y hacíamos un corta-pega de alguna república. La francesa me gusta bastante, es muy civilizada.

--¿Y cómo te asegurarías ser elegido?

--Anda que no me tengo yo ganada la simpatía de socialistas y populares con 45 tacos, ya. Me falta Izquierda Unida pero todo se andará. El año que viene tengo pensado ya andar con coleta y camisa 'mao' como el del anuncio de Trivago. Letizia dice que así me los gano, fijo. Y cuando salga elegido el que sea, me nombrará seguro porque nadie como yo sabe hablar tantos idiomas ni tiene una percha como la que me dio mi madre, heredera como ya dije ayer de los atléticos Aristóteles Sócrates.

Yo ya que estábamos, me había interesado más de la cuenta.

--¿Y la gente, la ciudadanía? Porque no se si sabes que la política no goza tampoco de buena imagen, que tendrías que ganártelos y vaya, que tu familia ídem y valga la redundancia, no ha hecho muchos méritos…

--¡Pues agárrate que viene lo mejor! –Me contestó entusiasmado: ¡Con las redes sociales!

“Ay, dios”. Puede que lo dijera en alto.

--¿A que te gustan estas cuentas anónimas que tanto te hacen reír, y que cuentan nuestras andanzas con fotos trucadas, 'hashtags' maléficos, y demás? ¡Somos nosotros dos! Letizia y yo, yo y Letizia, y estamos agotados. Dedicamos unas cuatro horas cada noche a programar 'tuits' del día siguiente. Entre todos los perfiles sumamos como seis millones de 'followers'. ¡No veas qué risas nos echamos cuando hablamos de...! (--¿De...?) Bueno no, mejor no te lo cuento que luego tú lo cascas todo cuando escribes.

“Ya es seguro: estoy enferma. Mi psique está definitivamente atrofiada para los restos”.

--Letizia está encantada, ya le han bloqueado tres cuentas por 'spam'. Lo malo es que no dormimos nada y nos salen unas ojeras… claro que, mandamos un 'email' al servicio de guardia de palacio y a la mañana siguiente encontramos tres marcas de cosméticos antibolsas en la mesilla para que elijamos la que más nos guste. Sea la hora que sea. Que la monarquía está muy 'demodé' pero eficiente lo es un rato.

“Mañana el lío en Twitter va a ser antológico. Ya les veo el viernes en La Sexta Noche”, me digo.

--Oye-- ya puestos-- ¿y no me vas a valorar las intervenciones de Rajoy Ana Botella? tan formadito que estás en estas cosas, que parece que no va contigo la cosa...

--Qué ingenua eres: ¿quién te crees que cortó la señal del Hotel Hilton? Que me haya hecho de izquierdas no significa que no me dé pena ver a los del PP hacer el ridículo. Estaba todo preparado. Les habíamos visto en los ensayos y sabíamos que aquello no nos iba a llevar a buen puerto. Letizia iba a boicotear los cables. Es que además es portentosamente rápida y discreta: para mí mejor que Houdini. Pero con el 'jet lag' se lió con los horarios y no llegó a tiempo. Pobre Pau, que se había preparado unos chistes de lo más entretenidos. Un desastre más.

Felipe entonces se levantó, todo lo alto que era, adoptando una postura trágica. “Griega, claro”, pensé yo. Vi entonces que tenía algo en la mano derecha.

“¡Por fin se va! Tanta paz lleve como...”

--Solo me queda por decir: ¡A por la tercera!

--¡Toma ya, Felipe! ¿pero cómo no me has avisado para grabarte con el móvil? ¡Que viva la república, que sí! --Que alegría más grande me entró, empezaba a caerme bien, fuera alucinación o revelación lo que estaba ocurriendo.

--¿Qué dices de...? ¡Que a por la tercera copa, digo! --Agitó el vaso con hielo de su mano-- Que las azafatas me han dicho que la delegación madrileña se ha acabado todo el whisky intentando olvidar. ¿Qué te queda por ahí, algo tendrás, no?

Llegados a este punto solo se me ocurrió cerrar muy fuerte los ojos y no abrirlos más. Me acabo de despertar. He tenido que venir corriendo a contarlo, antes de que se me olvide.