La rueda

¿En qué consiste la riqueza real?

RAMON FOLCH

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El dicho ironiza sobre la inutilidad de ser el más rico del cementerio. Pronto el escarnio será realidad. Nos encaminamos hacia un mundo de poca gente inconmensurablemente rica rodeada de pobreza creciente. «Como siempre», argumentarán algunos. No: mucho más que nunca antes, habrá que puntualizar. Es una anomalía insostenible. Entre otras razones, porque los nuevos pobres serán ilustrados y, pues, conscientes de la situación.

Thomas Piketty ('El capital en el siglo XXI', 2013) y Jeremy Rifkin ('La sociedad de coste marginal cero', 2014) han sacudido el panorama de las ideas económicas, últimamente más bien escasas, por cierto. Parece como si los economistas se hubieran resignado a ejercer solo de contables. Explican por qué pasa lo que pasa, pero proponen muy poco para que pasen otras cosas. Y el caso es que el mundo necesita un nuevo proyecto. He dicho proyecto, no sueño, que de eso sí hay. En exceso.

Valor y valor añadido versus precio y plusvalía: podríamos empezar por ahí. Es muy elemental, claro, pero he constatado que no se acaba de ver la enorme diferencia entre los conceptos evocados por tales palabras. Es imposible entender y valorar la música seriada o dodecafónica aplicando los principios de la armonía tonal. En economía ocurre algo parecido, me temo. Las fórmulas y los algoritmos de la tonalidad clásica impiden imaginar la nueva manera de hacer las cosas que reclaman los nuevos escenarios de la realidad.

Solo hubo una forma de acabar con el 'ancien régime' sociopolítico: derrocarlo. El más ilustrado de los ministros de Luis XVI habría afirmado que la sociedad industrial burguesa era imposible. «¿Qué papel tendrán en ella los nobles?», se habría preguntado. Ninguno. Por eso el sostenibilismo o la economía circular son incomprensibles a la luz de las viejas recetas plutocráticas. Se avecinan cambios.