Los jueves, economía

Qué ha cambiado en la economía

La política monetaria se fijaba antes en la inflación, mientras que ahora no puede olvidarse del empleo

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ANTONIO ARGANDOÑA

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Hace unos días tuve que dar una conferencia a antiguos alumnos del MBA del IESE, que habían soportado mis clases hace 15 años. Me pareció que lo que ellos esperaban era una explicación de los problemas actuales de la economía internacional y española, de modo que me puse a preparar unas transparencias con gráficos y cifras. Y entonces me di cuenta de lo que había cambiado en el contenido de mis clases en estos lustros.

La teoría ha cambiado mucho, como es lógico, porque la investigación no se detiene, aparecen nuevas teorías y la sofisticación de los métodos se ha intensificado. Pero las clases que yo les daba no eran tan sofisticadas: se trataba de que el alumno aprendiese a manejar instrumentos sencillos para entender con facilidad situaciones que parecen, y que son, muy complejas. Y eso no ha cambiado tanto.

Las crisis se repiten con grandes parecidos. Un país tiene la oportunidad de crecer más gracias a la entrada de capitales o a políticas expansivas; los tipos de interés bajan, el crédito crece, la gente consume más y ahorra menos, aparece el déficit exterior, el Gobierno se vuelve menos precavido… y al final estalla la crisis. Esto nos ocurrió en los años de la burbuja, y se ha repetido hace unos meses en países emergentes. Hay variantes, claro, pero la crisis se explica de la misma manera.

Los balances tienen ahora más relevancia. Los problemas de un banco se aprecian en el balance de los bancos; el endeudamiento de las familias, en el inventario de su riqueza; el endeudamiento de un país, en su balance con el exterior. Los modelos que usábamos hace años no prestaban mucha atención a esto. La política monetaria se fijaba casi solo en la inflación; así conseguimos unos años de estabilidad en los que se fueron gestando graves desequilibrios en el crédito.

Ahora, la política monetaria se fija no solo en los precios, sino también en el empleo. Esto ya lo explicábamos hace años, pero con la recesión han cambiado las prioridades: el empleo va por delante. Y hemos descubierto otro frente débil: la solvencia de los bancos no puede manejarse con los tipos de interés del banco central. Necesitamos, pues, otro instrumento, la política que llamamos macroprudencial, que antes no existía. Ahora el control del dinero se hace con dos manos: tipos de interés y control del endeudamiento de los bancos.

Pero una de esas manos se ha atrofiado: los bancos centrales han bajado los tipos de interés hasta casi cero, sin que la economía reaccionase. Han necesitado, pues, nuevos instrumentos para dar liquidez directamente a la economía real, saltándose a los bancos (las compras masivas de deuda pública, por ejemplo), y para guiar a lo largo del tiempo los tipos de interés relevantes para las empresas. El manejo del dinero y el crédito ha cambiado en los últimos años y la macroeconomía toma ahora muchas ideas que son prestadas de la teoría financiera, que es su prima hermana.

La política fiscal no ha cambiado tanto: el Gobierno recauda impuestos y gasta, como ha hecho toda la vida. Las discusiones sobre la eficacia de estos instrumentos siguen ocupando a los estudiosos, pero la tarea del ministro de turno no es nueva. Tiene que prestar atención, desde luego, a la financiación, sobre todo cuando la política monetaria la fija otro (el Banco Central Europeo) o cuando el endeudamiento es en moneda extranjera (como ocurre con la mayoría de países emergentes). Ya lo sabíamos, pero ahora hay que poner énfasis en esto. La prima de riesgo, que ya existía desde antiguo, saltó a la fama a raíz de la crisis del euro.

Los tipos de cambio también son los que eran, y un país tiene que seguir eligiendo entre tipos fijos (la moneda única es un caso extremo) y flexibles, con muchas situaciones intermedias que ya conocíamos. De nuevo nos peleamos sobre qué es lo mejor en cada caso, pero la pérdida de la peseta ha hecho más aburrido este capítulo, al menos en España.

El mercado de trabajo conoce los mismos problemas que antes, pero ahora somos más conscientes de la importancia de las regulaciones y controles que interfieren con él. Hace unas décadas ya hablábamos de las reformas, aunque en la clase solo aparecían ocasionalmente, casi siempre al hablar del paro. Actualmente es necesario prestarles mucha más atención desde el principio.

Los temas que aparecen en nuestras clases son, probablemente, cíclicos: según sea la coyuntura, se presta más atención al paro o a la inflación, al déficit público o al tipo de cambio. Y vienen influidos también por las escuelas de pensamiento y por la ideología de los profesores, de la sociedad y de los medios de comunicación. Esto no pasa al hacer teoría, pero sí al tratar de explicar la vida real.