Análisis

Lo que se calla de la eutanasia

Lo más adecuado es respetar el ciclo vital de la persona, sin alargarlo ni acortarlo, y minorar su sufrimiento

JOSEP ARGEMÍ RENOM

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Ya es habitual que cuando aparece una noticia como la de la niña gallega Andrea Lago, cuyos padres solicitan la eutanasia por estar en un lamentable estado de salud, se produzca un debate público sobre si se debe legalizar o no la llamada muerte digna o eutanasia.

En España, como en otros países, el proceso es casi siempre el mismo: salta la noticia a propósito de un caso extremo, aparecen en los medios opiniones de uno u otro signo y los partidos políticos tratan de sacar provecho del tema anunciando o rechazando modificar la actual prohibición. Es cierto que no es fácil establecer un diálogo razonado y objetivo cuando interfieren el debate emociones ligadas a la compasión por la situación que padecen los actores del hecho, ya sea el propio paciente o sus allegados.

Por la información de que dispongo, la actuación del servicio de pediatría del hospital donde está Andrea está actuando de una manera correcta según la lex artis médica y las orientaciones del Comité de Ética Asistencial. Dando por supuesto que muchas veces las situaciones son muy comprometidas y las decisiones son difíciles de tomar, y aun comprendiendo perfectamente la situación de estos padres angustiados, en mi opinión Andrea no está sometida a una obstinación  terapéutica, toda vez que la hidratación y la alimentación enteral son medidas ordinarias y proporcionadas en el sentido de que ni alargan artificiosamente la vida de la paciente ni suponen ofrecer a la enferma cosa distinta de las necesidades básicas de cualquier persona. Tan es así, que los propios médicos han manifestado que en caso de un agravamiento de la enfermedad que supusiera el inicio de medios extraordinarios aplicarían la denominada limitación terapéutica. Por otra parte, conforme a la praxis médica, están dando los tratamientos necesarios para suprimir  el dolor y el sufrimiento de la paciente.

Desde el punto de vista teórico, a mi modo de ver muchos de los argumentos en pro de una muerte digna se diluyen cuando el sistema es capaz de ofrecer al paciente medidas paliativas junto a criterios de limitación terapéutica.  España, y en particular Catalunya, es uno de los países que tienen mejores servicios de cuidados paliativos, y por ello es poco defendible apelar a la eutanasia para evitar el sufrimiento del paciente terminal.

Evolución negativa

Por otra parte, es bien conocida la evolución en el tiempo de las leyes de legalización de la eutanasia en los pocos países en que se ha llevado a cabo. Distintos estudios demuestran la facilidad con que progresivamente se amplía la práctica de la eutanasia a pesar de las estrictas condiciones previstas inicialmente en la legislación. En Bélgica, según Etienne Montero, presidente del Instituto Europeo de Bioética, son actualmente muchos los casos en los que se practica sin contar con la opinión del propio paciente o como respuesta a una situación como la depresión, que puede inducir a la petición de eutanasia cuando lo médicamente indicado sería tratar previamente el proceso psiquiátrico. Estas consecuencias sociales son las que, a mi entender, están frenando las leyes de eutanasia que se han promovido desde hace años en distintos países del primer mundo.

En resumen, ante situaciones difíciles como esta hay básicamente dos posibles desenlaces: el más fácil es terminar con la vida aplicando una sedación eutanásica. El otro, menos expeditivo, es respetar el ciclo vital de la persona, sin alargarlo ni acortarlo artificialmente, aplicando todas las medidas terapéuticas y de soporte familiar para minimizar el sufrimiento. Este segundo es, a mi entender, el que proporciona una muerte más apropiada con el respeto y dignidad que merece toda persona.