ANÁLISIS

Putin al mando

Putin durante una reunión de Gabinete, en la residencia de Novo-Ogaryovo, en las afueras de Moscú, el 17 de febrero.

Putin durante una reunión de Gabinete, en la residencia de Novo-Ogaryovo, en las afueras de Moscú, el 17 de febrero. / periodico

PERE VILANOVA

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La política internacional es una realidad extremadamente compleja, y lo es cada vez más. Si comparamos el mundo actual con el los años 20 y 30 del siglo pasado, tiempos brutales y mortíferos, hay ahora muchos más factores en juego, intereses cruzados, nuevos actores transnacionales, es decir, es mucho más difícil de entender  y de gestionar. No digamos ya si comparamos el actual comienzo de siglo con los tiempos de la Paz de Westfalia, en 1648, cuando con los tratados de Münster y Osnabruk las potencias y estados de la época sentaron las bases de la diplomacia moderna. Los Estados se relacionarían por pautas acordadas, incluso en los enfrentamientos, y dichas pausas serían el comercio, la diplomacia, y la guerra.

Por supuesto los tres siglos y medio transcurridos han sido turbulentos, pero nunca la política exterior, el medio por el cual los estados gestionan su presencia en el mundo, defienden sus intereses, ha sido tan importante. Y ello hace de esta política pública un instrumento necesitado de mucha prudencia, una gran dosis de continuidad y consenso, y sobre todo, mecanismos para evitar imprevistos o accidentes, porque en política internacional, casi siempre estos imprevistos y accidentes son peligrosos. El escenario mundial invitaría a cualquier Gobierno a ser calculador, estableciendo claramente una agenda estratégica, una clara relación entre fines y medios, sabiendo que por bien que lo hagas, las cosas luego salen como salen.

Todo esto no va con Donald Trump, que considera que el enemigo está en casa, formado por jueces, periodistas, y el Partido Demócrata. No es broma, en un mes hemos aprendido la lección. Y quien mejor la ha aprendido, porque viene de la vieja escuela del espionaje de la guerra fría, se llama Putin. Hay ver la consistencia (es decir la relación entre fines, medios y capacidad de maniobra) de su política exterior, que en poco tiempo, y sabiendo que el fin de la presidencia de Obama era una gran ventana de oportunidad, le ha permitido hacer toda una demostración. Ha recolocado a Rusia en el centro de cualquier escenario de futuro en Oriente Próximo, y no solo en Siria, ha tenido serios incidentes con Turquía y los ha reconducido cada vez hacia un nuevo statu quo que Erdogan ha comprado llaves en mano.

Sigue siendo esencial en el escenario Irán/programa nuclear, así como en la negociación del Grupo de los 6 para Corea del Norte. Ha ido tejiendo una sólida política de alianzas (o no enfrentamiento) con China y Asia Central, y ha manejado con habilidad una calculada política de tensiones frente a la OTAN, Europa Central, y no digamos ya en Ucrania y en su día Crimea. Con maneras autoritarias en casa y un arrollador control de medios de comunicación, control de organizaciones no gubernamentales, y fomento de un nacionalismo de profundo arraigo en su pueblo. Es decir, hablando claro, sabe lo que quiere, sabe dónde va y sabe cómo hacer lo necesario para salirse con la suya. ¿Y a todo esto, Trump? Es realmente para estar preocupados, todos.