Pequeño observatorio

Putin no está para nada

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Este diario ha recogido una información deSteve Gutterman, transmitida desde Moscú, que describe la opulencia con que viveVladimirPutin, presidente de Rusia. Las formas pueden haber cambiado desde los tiempos comunistas, pero los hechos son los hechos. Y los discursos doctrinales en defensa de una sociedad igualitaria de un gobernante al servicio del pueblo quedan bastante desautorizados si el presidente se dedica a acumular el poder de la riqueza.Guttermananota algunos de los privilegios de que se ha dotadoPutin. Para empezar, cuatro yates magníficos, uno de ellos con cinco cubiertas, yacusi, barbacoa y baño de mármol. Cabe deducir que estos yates de lujo son imprescindibles para gobernar el pueblo ruso. No es que tenga que vivir en ellos, porque ya tiene 11 casas rehabilitadas con todo el lujo posible. No se incluyen los palacios. QuePutindispusiera de un avión, o de dos, se entendería perfectamente, pero cuesta más hacerse cargo de que necesite 58 aviones y helicópteros. Por cierto, el avión presidencial dispone de un cuarto de baño que ha costado una fortuna.

¿Y por qué ha de tener 11 relojes de muñeca? (Valen seis veces más que su salario anual). ¿Es que este exhibicionismo de riqueza es un proceso que afecta irremediablemente a los amos poderosos de Asia y de África y que en Rusia se propaga inevitablemente el desenfreno que exhiben los gobernantes? ¿Es una especie de enfermedad que se contagia con el ejercicio de un alto poder? Para estos personajes gobernantes, ¿la acumulación de riqueza es un símbolo de su éxito? El acaparamiento de capacidad dominadora es típico de bastantes gobernantes, pero el de relojes personales es un síntoma de descontrol. Para un observador imparcial, es obvio que algo falla cuando alguien pierde el sentido de la realidad.

Lo que hacía doñaCarmen, la mujer deFranco, vemos ahora que era una codicia ridícula, aunque a los joyeros de Barcelona no les hiciera ninguna gracia tener que regalarle ala Señoralas joyas que le gustaban. La otra diferencia entre la mujer del Caudillo y el presidente de Rusia es que ella iba de tienda en tienda, y de recepción en recepción, exhibiendo una sonrisa exagerada y permanente, mientras quePutinse presenta siempre con una rigidez de facciones impenetrable.

Supongo que habrá intentado sonreír para alguna fotografía familiar. Pero parece seguro que el presidentePutintiene más aviones, palacios, yates y relojes que sonrisas.