La clave

La mala educación de los Pujol

ALBERT SÁEZ

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Buena parte de los votantes del expresident Jordi Pujol han llegado a la conclusión, tras escuchar las comparecencias de la familia en el Parlament, de que sus hijos son un poco -o bastante- maleducados, especialmente los más mayores. Altivos, malhablados, con un nivel de catalán más que deficiente y con unos razonamientos bastantes primarios, lejos de los valores de las escuelas donde fueron educados y del ambiente de los prohombres de la cultura catalana. Cuanto más mayores son, más se camuflan a la estética de esos pijos de la parte alta de la ciudad que frecuentaban en los años 60 y 70 los ambientes de la extrema derecha españolista.

El primogénito, conocido durante décadas en CDC como «el júnior», es sin duda el representante más genuino de la estirpe. Se toreó a los parlamentarios con la promesa de que el 26 de marzo aclararía el lío del presunto legado del avi Florenci en el Juzgado número 31 de Barcelona. Habló, pero no lo aclaró todo. Los 148 millones de pesetas guardados en dólares que recibieron en 1980 se convirtieron en 500 millones en 1992. La fluctuación del cambio entre la divisa española y el dólar justificaría -sin hacer inversión alguna- el paso de 148 a 396. Le quedan al júnior otros 104 millones por justificar. Estamos hablando de un incremento del 50% del capital si lo calculamos a un tipo constante.

Malas artes

Otra muestra, pues, de la mala educación de los Pujol. ¿Tanto costaba explicar en qué se inivirtieron esos millones? ¿Por qué no explicaron los productos donde se invirtieron? ¿Por qué no llevar a la jueza los movimientos en las cuentas en Andorra en lugar de pleitear para impedir que los envíe la banca del principado?

Está claro que los hijos del president no han seguido ninguno de los preceptos que este nos quiso inculcar a los ciudadanos: en el mejor de los casos han preferido el pelotazo a la cultura del esfuerzo, han elegido invertir fuera de Catalunya y han intentado pagar los mínimos impuestos. Muchos padres fracasan en la educación de los hijos, lo incomprensible es que Pujol, en lugar de reconocerlo, los proteja.