Ventana de socorro

Pueblos de verano

A mi experiencia del estío le falta un pueblo al que volver, pero lo suplo con 'La librería de Michelle', de Verónica Fernández, que transcurre en Vinuesa

Libros junto a una piscina.

Libros junto a una piscina. / periodico

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Nos gusta el verano porque parece que el tiempo se ensancha, no solo porque los días tengan más horas de luz, sino porque los vivimos de otra manera. Estamos más al aire libre y dedicamos más tiempo al encuentro con los otros. Aumenta también la actividad física, aunque solo sea porque la climatología es más propicia para llegar a los lugares caminando y no encerrados en el metro. Todo ello nos recuerda nuestra parte animal, como si en verano habitáramos más nuestro cuerpo, tan ignorado en los meses de frío, y eso nos complaciera. Rompemos la rutina y el trabajo, salvo en algunos sectores, pasa a un segundo plano y nuestra vida se simplifica. Menos ropa y comidas más ligeras liberan de obligaciones domésticas, y encima algunos tienen jornada intensiva, con lo que la liberación es casi completa.

En esas tardes estivales podemos pegarnos panzadas de lectura. Para muchos es el momento en que más leen (quizá el único) del año. He empezado julio leyendo La librería de Michelle, de Verónica Fernández (Espasa), y ha completado mi experiencia veraniega, a la que le falta, seré sincera, un elemento importante. No tengo pueblo al que volver. Mis antepasados eran gente de ciudad y siempre he sentido envidia de los que tienen casa en el pueblo. Por eso en los viajes me gusta parar en alguno a tomar un café y, atravesando sus calles, fantasear con cómo sería haber nacido y vivir siempre allí. Pocos vecinos, las mismas caras conocidas desde la infancia, incluso los mismos forasteros, el contraste entre lo que ves en la tele, en internet, y lo que vives, de lo que parece que nadie se acuerda. La librería de Michelle transcurre en el verano de 1977 en Vinuesa, provincia de Soria, de donde la autora es oriunda. Narra un verano convulso marcado por la desaparición de un joven políticamente activo y el desembarco de una joven francesa con un cargamento de libros. Gracias a la lectura y sin moverme de casa, ahora tengo un pueblo con su frontón, su bar, su farmacia, sus habladurías y sus misterios. Ya solo me falta visitarlo.