La rueda

El pueblo elegido

Si negamos a la violencia su capacidad de aflorar, nos despojamos de armas para combatirla

'president'. Carles Puigdemont mantendrá una charla con Andreu Buenafuente en 'Fora de sèrie'.

'president'. Carles Puigdemont mantendrá una charla con Andreu Buenafuente en 'Fora de sèrie'. / EFE / QUIQUE GARCÍA

EMMA RIVEROLA

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Un reportaje en el diario francés Libération ha despertado la enésima batalla en las redes sociales. El periodista inquiere sobre la posibilidad de una deriva violenta del procés. «En Catalunya no tenemos una tradición de violencia como en el País Vasco», responde el president PuigdemontLluís Rabell puntualiza: «Nos creemos la excepción, pero no escaparemos de la violencia. Si nos declaramos independientes, una buena parte de la sociedad catalana no reconocerá el referéndum». Y aúllan las voces que ungen al independentismo de todas las bendiciones.

Atendamos primero el comentario de Puigdemont sobre la tradición. ¿Entre la escudella, la sardana y la ratafía, es posible que estemos libres de violencia? Miremos al pasado. Obviemos la guerra civil, que es mucho obviar, y detengámonos en los que siguieron luchando tras la derrota republicana. Resistencia anarquista. Guerrilla. Maquis… Diferentes matices de un mismo propósito. Y ahí está Quico Sabaté protagonizando la huida más cinematográfica de la historia de Catalunya, rematado a tiros por un somatén.

Retrocedamos un poco más. Hasta llegar al bandolerismo. Torna, torna, Serrallonga, dice la canción. Nyerros contra Cadells. Una lucha que se libró durante décadas y que dividió el país en dos bandos enfrentados que tendían sus redes de fidelidad hasta en las instituciones catalanas. También podemos adentrarnos en aguas más profundas y temblar con el grito almogávar de ¡Desperta ferro! En algunos países bálticos, el katalán aún es el ogro que asusta a los niños.

La violencia late en la historia de todos los pueblos. También en la memoria heredada. Está en nuestras manos no despertarla, pero si negamos su capacidad de aflorar, nos despojamos de armas para combatirla. Mejor no creernos una excepción, los pueblos elegidos nunca acaban bien.