PSOE, una vez colorado y ciento amarillo

Susana Díaz.

Susana Díaz.

JUANCHO DUMALL

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Más vale una vez colorado que ciento amarillo, dice un viejo refrán castellano. O sea, es mejor pasar por un bochorno un día que no tomar una decisión y arrastrar en el tiempo las consecuencias de la indefinición. Los dirigentes del PSOE que han decidido la abstención en segunda votación para que Mariano Rajoy sea investido presidente han debido de pensar que valía más ponerse rojos (de rubor, no de ideología) ahora que apechugar con los riesgos, ciertos, de unas terceras elecciones.

El problema es que el PSOE, que se acaba de poner colorado, no va a evitar verse cien veces amarillo en los próximos meses. Porque esta decisión del comité federal no solo no arregla ninguno de los problemas del partido, sino que los agrava todos. Veamos.

Primero, lanza un flotador a Rajoy, lo que deja campo abierto para que Podemos aparezca como la oposición de verdad. Segundo, no soluciona el peliagudo asunto de la disciplina de voto en el grupo parlamentario del Congreso. Tercero, abre una brecha con el socialismo catalán en un momento de antesala del choque de trenes. Cuarto, sale más dividido de lo que ha entrado. Quinto, pasa página con una absoluta falta de liderazgo, porque, por más alusiones que se hagan a la presidenta andaluza, Susana Díaz, nadie sabe quién va a tomar las riendas de partido en este trance. Sexto, la militancia queda confusa tras el golpe palaciego contra el exsecretario general votado por las bases y sin que nadie les haya dado ahora vela en el entierro. Séptimo, el partido queda atrapado en la tela de araña de la gobernabilidad, porque se va a ver obligado a sostener al Gobierno en minoría de Rajoy al menos hasta que tengan candidato y haya pasado un tiempo prudencial para que el viraje antinatural confirmado este fin de semana vaya quedando en la distancia.

LA GRAN BAZA

Ni siquiera el haber evitado unas nuevas elecciones, que podía ser la gran baza de los socialistas ante los ciudadanos, va a poder ser aprovechada. Todo el mundo ha visto en este desenlace una sorda lucha por el poder en el PSOE y un sálvese quien pueda.Pero no una decisión patriótica.