Socialistas, autonomía o subordinación

El PSC empieza a tener síndrome de colauismo

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el presidente valenciano, Ximo Puig, el pasado día 5, en Madrid.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el presidente valenciano, Ximo Puig, el pasado día 5, en Madrid.

JOAQUIM COLL

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En 1977, el éxito del PSOE en las primeras elecciones democráticas, como primera fuerza de la izquierda, fue posible porque supo preservar la autonomía de su proyecto político frente a la hegemonía social y cultural que ostentó el PCE en la oposición al franquismo. Que en la transición triunfara la socialdemocracia de Felipe González en lugar del eurocomunismo de Santiago Carrillo se debió a muchos factores, desde el apoyo que le prestó el SPD alemán al factor biográfico de unos dirigentes más jóvenes y atractivos. Ahora bien, nada hubiera sido posible sin la voluntad previa del PSOE por tejer una estrategia propia, no subordinada a los intereses comunistas, incluidos los electorales. Hoy, cuatro décadas más tarde, en un momento en el que mucho se habla de nueva transición, ante un PCE reformulado en la alianza de conveniencia entre Podemos e Izquierda Unida, el PSOE se enfrenta a un dilema parecido. Autonomía o subordinación.

La oferta de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez de ir juntos al Senado es una astuta maniobra para desactivar dos evidencias. Podemos hizo pinza con el PP en la investidura del candidato socialista y luego dio por rotas las negociaciones con el PSOE cuando se abrió la posibilidad de concurrir el 26-J en alianza con la formación de Alberto Garzón. Meses atrás la había duramente maltratado calificando de “pitufo gruñón” a IU y a sus dirigentes de “tristones y amargados”, entre otras lindezas. El Senado es hoy una cámara completamente inútil sin una reforma federal. Por eso para el PSOE intentar arrebatarle al PP la mayoría absoluta no es sustantivo si a cambio lo que pone en riesgo son sus siglas e identidad. Ir juntos al Senado sería contradictorio con la defensa de la autonomía de su proyecto frente al izquierdismo verbal y arrogante de Podemos; cuyo discurso es frívolo y ambiguo respecto a Venezuela o ETA; táctico y oportunista frente a los nacionalismos secesionistas; e incoherente en relación al federalismo, como relataba este miércoles magníficamente Antonio Sitges-Serra en EL PERIÓDICO.Antonio Sitges-Serra

El líder socialista valenciano, Ximo Puig, desea emular al PSC y plantea tener grupo propio en el Senado en coalición con Compromís y Podemos. Es un deseo destinado al fracaso, porque el PSPV es una federación del PSOE y no un partido soberano. Pero precisamente debería aprender a no seguir los pasos del socialismo catalán. A diferencia del PSOE, el PSC no ha sabido nunca, a excepción de Pasqual Maragall como alcalde, defender la autonomía de su proyecto. Primero sufrió dependencia psicológica ante el glorioso PSUC. Después complejo de inferioridad frente al nacionalismo en la larga travesía del pujolismo y, más recientemente, empieza a tener síndrome de colauismo. El pacto que está a punto de cerrarse en el Ayuntamiento de Barcelona merece una tranquila reflexión, pero apunta a la subordinación.