La esclavitud del PSOE

La debilidad socialista será la fuerza de un Ejecutivo carente por completo de empatía y capacidad negociadora

OLGA GRAU

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Somos esclavos de nuestras decisiones. Lo que dejamos atrás lastra inevitablemente nuestro futuro. Pasará el día de los muertos y Mariano Rajoy Brey habrá sido investido presidente de España con el voto a favor de Ciudadanos y la abstención socialista. Las heridas de los 316 días sin Gobierno quedarán abiertas largo tiempo. Un partido humillado, cuya imagen de la capitulación representada por Antonio Hernando en el Congreso, quedará fijada en la retina de las bases socialistas y su electorado más progresista. 

El PSOE, dividido entre el poder andaluz y rural que ha dominado a la gestora y el bloque anti Susana Díaz que planea organizarse, pero que está lejos de ser granítico, no tendrá las cosas fáciles. La abstención comportará servidumbres, como ya ha dejado entrever Rajoy en el debate de investidura. La misma efectiva amenaza de unas terceras elecciones, que ha precipitado la renuncia socialista a su promesa de ‘No es No’, volverá a resonar pronto. Vendrán los Presupuestos generales del Estado y el Gobierno pedirá apoyo para sacar adelante las cuentas manteniendo la misma política económica que se ha aplicado hasta ahora, según ha dejado claro Rajoy. Regresará de nuevo el dilema en el seno del PSOE. ¿Apoyarlas o hacer de oposición dura? 

Aunque el PP pueda echar mano de Ciudadanos, el PNV o Coalición Canaria, la debilidad del PSOE será la fuerza de un Ejecutivo que ha demostrado en la última legislatura la carencia absoluta de empatía y capacidad negociadora. Y más allá de las filias y las fobias, no es una buena noticia para la democracia el hecho de que la oposición sea todavía más débil que el Gobierno en una legislatura con tantos retos por delante.

La economía avanza a velocidad de crucero a pesar del desgobierno que ha paralizado toda actividad legislativa. Pero la misma Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre refleja una oscura realidad. Detrás de las cifras positivas de empleo, la tasa de temporalidad en España ha subido hasta el 26,96%, la cifra más alta desde finales del 2008. El turismo y el trabajo por días, semanas o meses son la gasolina que alimenta el mercado de trabajo, un problema que ya está pasando factura a la Seguridad Social y a la hucha de las pensiones.

Un futuro Gobierno debería ser capaz de poder llevar a cabo reformas importantes para el futuro del país, desde revisar la reforma laboral, hasta asegurar la viabilidad y la dignidad de las pensiones, abrir el diálogo con Catalunya o reformar la constitución. Pero con el actual equilibrio de fuerzas, abrir el melón de la Carta Magna podría acabar siendo peor que dejar las cosas como están por el peligro regresivo.

En macroeconomía, los efectos de las políticas de hoy se miden varias décadas después. Ahora se están empezando a notar con fuerza los efectos de una década de recortes. Cáritas, Oxfam y la OCDE advierten de que España es el país en el que más está creciendo la desigualdad como consecuencia de la crisis y de los recortes. Las futuras generaciones serán esclavas de las decisiones que tomen o no tomen los políticos que mandan hoy, aunque estos ya no estén para rendir cuentas.