El PSC de Mataró gesticula a la izquierda después de la sorprendente victoria

JOAN SALICRÚ / Mataró

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El grupo dirigente del PSC de Mataró, como es de suponer, está eufórico desde hace siete días. Tenía un plan para reconquistar electoralmente la ciudad, sí, que pasaba básicamente para mantener como fuera el tradicional voto de barrio, focalizando todos los esfuerzos en el electorado más vinculado a las siglas del PSOE -de ahí el mitin imprevisto con Pedro Sánchez en el Tecnocampus, días antes del inicio de la campañaPedro SánchezTecnocampus-.

Y lo ha conseguido, gracias entre otras cosas a la lejanía de la noción de ‘establishment’ que el alcaldable David Bote ha proyectado durante la campaña: el probable próximo alcalde de Mataró, por ejemplo, no tiene entre sus dotes el de la oratoria pero ha hecho de esta debilidad una forma de conectar con el electorado socialista de toda la vida.

Después de cuatro años dividido entre la agrupación local y el grupo municipal del comandado por el exalcalde Joan Antoni Baron que hacían temer lo peor, paradójicamente ahora el PSC de Mataró es la buena noticia del PSC en Catalunya, que ha visto cómo sus candidatos aguantaban únicamente en aquellas poblaciones -L'Hospitalet, Santa Coloma, Granollers, en parte Terrassa- donde ya gobernaba.

Mataró, en este sentido, pues, es diferente, porque presentando un candidato nuevo, los socialistas han conseguido lo que no han sabido hacer entre otros feudos históricos como Reus, donde Francesc Vallès ha fracasado estrepitosamente contra el candidato de CiU.

Así, el crédito de Esteve Terradas -presidente local-, Xesco Gomar -primer secretario- y a partir de ahora David Bote ha quedado afirmado con fuerza en la sede central del partido, en la calle Nicaragua de Barcelona.

Pero que los socialistas mataroneses tuvieran un plan para ganar no significa que estuvieran mentalizados y preparados también para administrar la victoria, o al menos hacerlo con rapidez después de la sorpresa que ha supuesto que hayan obtenido su objetivo -en este sentido, pocas veces una foto habla tan claro como la portada de Romuald Gallofré el viernes en el semanario 'Capgròs'-.

Así, aunque desde un punto de vista aritmético no se llegaría a la mayoría absoluta y esto podría llevar a repetir la inestabilidad crónica que durante cuatro años han criticado una y otra vez al nacionalista Joan Mora, los socialistas se pasaron la semana especulando con un improbable pacto tripartito de izquierdas que el republicano Francisco Teixidó descartó a toda costa el jueves y que la noche de las elecciones ya insinuó que veía inviable.

Además, han retrasado cinco días el primer encuentro oficial entre el candidato ganador y el jefe del segundo partido más votado; han acusado a CiU de maniobras oscuras en el Puerto de Mataró aprovechando el periodo entre las elecciones y la constitución del nuevo Ayuntamiento y han puesto contra las cuerdas la federación local insinuando que la pervivencia de Joaquim Fernàndez como jefe de los nacionalistas no ayuda a generar el ambiente propicio para establecer las pactos del pacto.

Una serie de iniciativas, entre las que se incluye una ronda de contactos con diversas entidades de la ciudad para saber cuál debe ser su comportamiento respecto al futuro gobierno de la ciudad, que en suma parecen querer dejar claro quien ostenta ahora las riendas del proceso y contentar a la propia parroquia más que abrir un periodo de negociación corto y ágil como seguramente requeriría la situación socioeconómica de la ciudad. Más gesticulación política que política en sí.

En cambio, CiU, que entre otras cosas podría haber perdido las elecciones por un exceso de confianza consigo misma, reaccionó rápidamente y de una forma más audaz a la derrota. Así, el domingo por la noche mismo, después de que quedara claro que su candidatura no encabezaba el ranking de las listas más votadas pero incluso cuando aún no se había terminado el recuento de votos, el candidato Fernàndez saludó el nuevo alcalde proponiendo un pacto a tres con PSC y ERC que sumaría quince concejales y que garantizaría un mandato mucho más apacible a David Bote.

En Mataró no ha habido rastro de la operación Trias, que a pesar de haber aceptado el domingo su derrota, cuatro días más tarde lanzó un globo sonda para no poner las cosas tan fáciles a Ada Colau y fracasó estrepitosamente cuando el cabo de tres horas el PSC y ERC le dieron calabazas.

El martes Joaquim Fernàndez insistió en su voluntad de pactar con socialistas y republicanos. Y el viernes, visiblemente molesto, lamentó la actitud de los socialistas de priorizar las conversaciones a la izquierda y no dirigirse directamente a la segunda fuerza más votada.

Lo que los socialistas sí admiten es que quieren que ERC esté sí o sí en el próximo gobierno municipal -y eso que su electorado no quiere ver los independentistas ni en pintura-. Tampoco ayudará a la futura acción de un gobierno con PSC y ERC que la representación que tendrán los republicanos en el gobierno será mucho más alta que en las dos anteriores ocasiones que PSC y ERC habían gobernado juntos, junto con ICV; de 2003 a 2007 y de 2007 a 2011 los republicanos sólo tenían dos concejales mientras que los socialistas prácticamente los multiplicaban por seis.

Ahora los republicanos podrán marcar terreno con mucha más fuerza. Y seguro que lo harán, porque en los últimos años ha quedado muy claro que su punto débil en las elecciones municipales es no saber rentabilizar su presencia en el gobierno municipal, cuando han estado. De todo ello debieron hablar el miércoles por la mañana, en una terraza del Camí de la Geganta, David Bote y Francisco Teixidó, mientras tomaban un café.

A la espera de ver hasta qué punto CiU formará parte de esta nueva mayoría gubernamental -dentro del gobierno, fuera del gobierno pero con apoyo externo, permitiendo la elección del alcalde Bote y nada más- ellos dos serán los hombres fuertes del próximo gobierno, uno como alcalde y otro como primer teniente de alcalde o incluso como una especie de vicealcalde que tendría todo el sentido del mundo.

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