Las elecciones catalanas

PSC, decadencia o resiliencia

La alternativa federal de los socialistas debe constituir también una bandera de regeneración

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JOAQUIM COLL

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El resultado electoral del PSC el 25-N señala el punto crítico de un proceso de crisis que arranca de años atrás. Con todo, el apoyo que reciben los socialistas, más de medio millón de votos y 20 diputados, no es poca cosa. La pérdida de ocho escaños suma otro gran desastre, pero las encuestas les auguraban una noche fúnebre. Además, se enfrentaban desde hace tiempo a un clima de opinión dominado por elcomplejo industrial-militar soberanista, que buscaba la implosión del socialismo catalán y acariciaba su práctica desaparición. Lejos de eso, el PSC se mantiene como la segunda fuerza en votos, ligeramente por encima de ERC. Y a punto ha estado de seguir siendo el primer partido en la oposición, pues un segundo diputado por Lleida se le ha escapado por los pelos. Obtiene el peor resultado de su historia, pierde la centralidad en lugares tan significativos como Barcelona. Aun así, los datos no son tan malos como para afirmar que esté condenado a una irreversible decadencia.

EL BATACAZO de CiU y el fracaso personal de Artur Masabre un escenario complejo, contradictorio, que nadie imaginaba en su auténtica magnitud y que puede deparar sorpresas. Pero más allá de la gobernación de Catalunya, en la que los socialistas no pueden participar en las actuales circunstancias, lo esencial es que tomen conciencia de que la transición que inician solo puede llevarles a dos escenarios completamente distintos. O hacia el enanismo, si siguen acumulando errores y no aceleran la transformación organizativa que aprueban en sus congresos, empezando por la celebración de primarias. O, por el contrario, a desarrollar en este complicado momento lo que los físicos denominan resiliencia: la capacidad que tiene un material para recuperar su forma anterior tras haber sido sometido a una enorme presión que lo ha hecho doblegar e incluso crujir. No hay duda de que el PSC ha crujido enterito, aunque, al borde del abismo, ha salido vivo del 25-N.

Que la decadencia no esté escrita de antemano no significa que la reconstrucción vaya a resultarle fácil. Lo fundamental es el proyecto y la estrategia. En este sentido, lo mejor que les ha dejado esta campaña es el discurso federalista. Y aunque es muy perfectible en su presentación, pues en medio de la pasión secesionista ha podido parecer como algo sobrevenido, ingenuo o abstracto, el mensaje es potente y tiene recorrido si lo trabajan y explican mejor. La alternativa federal es razonable y sensata, pero necesita de mayores dosis de credibilidad y pasión. El paso siguiente es que el PSOE la acabe de hacer suya sin ambigüedades. También como bandera de regeneración democrática. En la etapa deRodríguez Zapatero,los socialistas acertaron con el discurso de los nuevos derechos, algunos de los cuales, como el matrimonio homosexual o la igualdad de género y la paridad, han quedado incorporados para siempre a nuestra cultura política. Pues bien, el federalismo no solo tiene una lectura en clave territorial, como técnica para resolver y organizar un Estado compuesto, sino también otra relativa a valores como la transparencia, la proximidad, la horizontalidad, la participación y el pacto. El federalismo no solo remite a la federación entre las partes, sino también al funcionamiento y a la calidad del sistema democrático. Un modelo así garantiza el equilibrio entre la simetría, es decir, la igualdad en derechos y deberes de los ciudadanos, y la asimetría consustancial a la realidad diversa y plurinacional de España. Al no tratarse de una ideología, puede y debe convertirse en un espacio de consenso para un nuevo pacto constitucional.

Pero no solo de federalismo puede vivir el PSC. Su motor principal ha de ser la gente. El socialismo democrático ha fundamentado su existencia en la alianza de las clases populares y trabajadoras con los sectores medios ilustrados y profesionales. El problema principal hoy es que los asalariados precarios, con sueldos misérrimos y muchos parados, han llegado a la fatal conclusión de que la política no les resuelve ninguno de sus problemas y, por tanto, no votan o lo hacen bastante menos que las clases acomodadas. Hay una dramática desconexión entre la izquierda y una parte sustancial de sus electores naturales. Y eso exige un giro radical en la forma de hacer política, que no puede aparecer sometida a los poderosos. Si el orden económico es injusto y no permite, o cada vez menos, que se desarrollen políticas redistributivas, los partidos socialistas tendrán que volver a recuperar la utopía revolucionaria. ¿Hasta qué punto el capitalismo hiperglobalizado es compatible con la democracia? Responder a esta pregunta, y plantear estrategias sociales y políticas atractivas, es el principal reto de la socialdemocracia europea. También de un PSC en pos de su resiliencia. Historiador.