Mi PSC

Catalanista, socialdemócrata, dialogante, plural y federal

JORDI MARTÍ GRAU

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Este sábado anuncié públicamente que ya tenía los avales necesarios para presentarme a las primarias del PSC para elegir candidato a la alcaldía de Barcelona. Antes que nada, un sincero agradecimiento a todos los que me han avalado --si alguien quiere hacerlo, ¡todavía está a tiempo!-- y , muy especialmente, a todos los que me habéis ayudado a conseguirlo. No será fácil, pero ahora hay que transformar los cientos de avales en miles de votos el próximo 29 de marzo.

En las múltiples conversaciones que estoy teniendo estas semanas he explicado mi Contrato con Barcelona, he relatado cómo el Ayuntamiento puede combatir la creciente desigualdad en la ciudad; la importancia de los barrios y la gran metrópoli, la necesidad de que Barcelona funcione como una capital de Estado mirando fijamente las grandes ciudades europeas, la importancia de los gobiernos locales en el camino hacia la radicalidad democrática. He hablado del Besòs y del Parque Agrario del Llobregat, de las Glòries y el comercio histórico, de la educación de dos velocidades, de la malnutrición infantil y la lacra de los desahucios, de la industria y los riesgos del turismo, de la economía colaborativa y de la apuesta por municipalizar la energía. Y lo he hecho con empresarios y trabajadores, con maestros y jueces, con economistas y arquitectos, con jóvenes y mayores, con militantes y simpatizantes y con ex de las dos categorías. Incluso con militantes que han dejado de simpatizar, y con barceloneses progresistas y de izquierdas de sensibilidades y tendencias muy diferentes. Es mayoritario el sentimiento que Trias no funciona. Y la subordinación de la ciudad a las dinámicas del mercado y al Govern de la Generalitat, enerva a los barceloneses. El clásico "esto es un desastre" del alcalde, después de cerca de 3 años en el gobierno, hace sospechar de su incapacidad para hacerse con el timón de la ciudad.

Con este panorama, debería ser fácil imaginar el retorno de la izquierda al gobierno municipal, en mayo de 2015. Pero casi todas las conversaciones acaban de la misma manera: "¿Quieres decir que todo esto es posible con el PSC actual?". Hay quien dice que con esta marca ya no hay nada que hacer, que o se tiene que romper o buscar refugio en alguna otra formación política de la izquierda catalana. Dejadme deciros cuáles son los tres argumentos que he utilizado para responder a todos, incluso a mí mismo, y seguir pensando que el PSC debe tener, todavía, una última oportunidad.

1. El problema no es el partido sino su dirección. Un militante lo decía con el exceso de quien está muy enfadado: "Trias es tan malo para Barcelona, como Navarro lo es para el PSC". El voto en Madrid a la proposición de UPyD, y la sorprendente media disculpa del día siguiente, avalaría la tesis de que la dirección ha perdido el norte. Pero no me canso de repetir que el partido es mucho más que su dirección actual. El socialismo en Cataluña ha sido un proceso de progresiva agregación de sensibilidades diferentes en torno al catalanismo de izquierdas. Defender las libertades de Catalunya y los derechos sociales de los ciudadanos han sido, para el PSC, la misma cosa. Esta tradición, que arranca antes de la misma fundación del partido, tiene un pasado cargado de momentos brillantes y de servicio al país, pero lo más importante es que sigue siendo indispensable para afrontar el futuro. Raimon Obiols lo ha dicho con su característica capacidad de síntesis: "Para cargarse un partido sólo se necesita un día; para construirlo, toda una vida". Me resistiré a abandonar esta genuina forma de hacer de la izquierda, llena de contradicciones, aciertos y errores, pero que ha tejido, como ningún otro partido, la cohesión social y cultural en Catalunya .

2 . El PSC ha entendido como nadie la ciudad. La tradición que une catalanismo y derechos sociales es urbana por definición y pone la condición de ciudadano por delante de cualquier otra consideración. Tarradellas exclamaba, desde el balcón: "Ciudadanos de Catalunya...". La ciudad es el terreno de juego del conflicto social y cultural, por lo que cualquier nacionalismo esencialista choca con la complejidad urbana. El peor nacionalismo español convirtió Madrid en una gran burbuja del tocho, el nacionalismo catalán ha mirado con desconfianza a Barcelona y ahora la subordina al gobierno vecino y al mercado desbocado. Hace pocos días, un alto dirigente de ERC me reconocía: "Nos faltan urbanitas". Les costará encontrarlos: ERC lo subordina todo a la independencia, el catalanismo urbano siempre lleva parejos derechos sociales y derechos nacionales, o la ciudad y el país. Ahora que el PSC vive horas bajas, el debate de la ciudad ha desaparecido de escena.

3 . El PSC se ha empequeñecido mucho en los últimos años, pero sigue vivo y con representantes de los componentes básicos que lo hicieron nacer: las clases y sectores populares y las capas profesionales más dinámicas de la sociedad. He hablado con muchos militantes y, aunque la mayoría sigue siendo fiel a la autoridad orgánica, el vínculo se está debilitando y muchos hablan ya de la necesidad de cambios, de abrirse, de dejar de hablar de disciplina y expulsiones, de la necesidad de no quedar fuera del catalanismo actual... El PSC, hoy, es pequeño, pero sigue siendo la fuerza política de izquierda más diversa, con antenas en sectores y territorios más diferentes. A los que me dicen que se debe inventar un partido nuevo les digo que para empezar quiero uno igual al PSC actual, ni más pequeño ni más homogéneo. Lo he dicho cientos de veces, a mí no me sobra nadie.

No se debe abandonar una tradición potente debilitada -la más capacitada para entender y representar la complejidad urbana-, pero que aún mantiene muchos de los activos que antes la hicieron grande. Lo que hace falta es enderezarla y actualizarla. Barcelona y Catalunya necesitan un PSC potente, con relaciones fraternales con el socialismo español y europeo pero sin ningún tipo de subordinación, alineada indiscutiblemente con el derecho a decidir y al lado de las fuerzas políticas catalanas que lo defienden y, al mismo tiempo, junto a los que denuncian el desmantelamiento del Estado del Bienestar y la fractura social en nuestro país. Somos socialistas y catalanistas por las mismas razones.

Las primarias son una oportunidad indiscutible, un campo abierto, para responder con contundencia a la dirección actual. Concurro con dos propósitos: validar un proyecto para Barcelona de combate a la desigualdad, y un clamor popular para que el PSC vuelva a colocarse en el centro del catalanismo contemporáneo. El PSC no debe tener miedo a ningún escalón de soberanía, de la misma manera que nunca ha puesto límites a la justicia social. Barcelona y Catalunya, hoy, necesitan un socialismo que no dude ni ante la necesidad de una renta mínima garantizada ni del derecho a decidir. Una va con la otra. Esta es nuestra razón de ser.