Próxima estación, Venezuela
Jordi Alberich
Economista
JORDI ALBERICH
Hace pocos días leíamos una noticia inverosímil: Facebook y Google ofrecían a sus empleadas la posibilidad de congelar sus óvulos, de modo que la maternidad no frenase los mejores años de su vida laboral. La ocurrencia no se dio en China sino en el mítico Silicon Valley, y la protagonizaba el ejemplar Mark Zuckerberg. Demencial, si bien, en ocasiones, una idea tremendamente poderosa acaba por modificar la moral. Y esa idea es, desde hace décadas, una cierta concepción de la competitividad.
Este ejemplo viene a confirmar lo que algunos temíamos: que de la crisis, pese a su extraordinaria dureza, no extraeríamos ninguna lección. A los despropósitos que condujeron al desastre, hemos respondido con unos ajustes técnicos en los mercados financieros; con la acción de la justicia en la persecución del delito tipificado; y enfocando la acción pública en el ajuste del Estado del bienestar. Las expectativas de cambio han quedado en poco o nada.
Es cuestión de recordar cómo, por ejemplo, al inicio de la crisis, el Presidente conservador Nicolas Sarkozy, se disponía a reformar el capitalismo. Pocos años después, un gobierno socialista francés entra en crisis y, para salir del embrollo, nombra a un joven en la treintena, Emmanuel Macron, nuevo ministro de Economía. No se le conoce pasado político ni académico pero, eso sí, se ha hecho millonario en la banca de negocios.
Mientras, el malestar social va adquiriendo cuerpo político, aquí y en toda Europa. Y su manifestación más cercana es Podemos, a quien se augura, por lo menos a corto plazo, una relevancia determinante. Conozco a alguno de sus votantes, y no son antisistema, son clase media conservadora, a las que no les interesa el programa de Podemos. Su voto es, sencillamente, un grito de alarma dirigido a la política tradicional. Son personas a las que estos días indigna lo que se va descubriendo del Presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. Hasta hace poco, como Presidente del Eurogrupo y Primer Ministro de Luxemburgo, exigía austeridad al mundo meridional mientras, simultáneamente, convertía a su Luxemburgo en un paraíso fiscal.
Una parte notable de esa política tradicional sólo ve el desatino del programa de Podemos. Dicen que nos llevaría a situaciones como la venezolana. Particularmente, creo que no necesitamos a Pablo Iglesias y los suyos para avanzar hacia una sociedad fracturada como algunas de América Latina. Nos hallamos ya de camino, y quien nos lleva no es Podemos, es una determinada concepción del capitalismo ante la cual, desde una Comunidad o un Estado, poco puede hacerse. La respuesta, pese a individuos como Juncker, debe venir de Europa. Si la alternativa europea no llega, nuestra próxima estación sí es Venezuela.
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