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Promesa rota

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ISABEL COIXET

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Pattaramon Chanbua (foto) es la joven madre tailandesa que actuó de madre portadora de los hijos de una pareja australiana. Una vez nacidos los mellizos, la pareja se quedó el sano y dejó a la madre el que tenía síndrome de Down. La decisión de Pattaramon de quedarse al bebé y cuidarlo es una lección que pone en evidencia el creciente mercantilismo de esta nueva maternidad a la carta y el mismo concepto de maternidad. ¿Quién es la auténtica madre? ¿La mujer que paga 10.000 dólares por hacer que otra tenga el niño por ella o la que acepta que, vengan de donde vengan los óvulos o el esperma, va a actuar de madre del bebé, esté sano o no?

Gammy, el bebé afectado de síndrome de Down, revela todo lo que hay de postizo e hipócrita en este bazar de la maternidad a la carta. Los padres biológicos de Gammy le abandonan y la mujer que actúa de mero vehículo establece un vínculo con él y deviene su verdadera madre. El nacimiento de este bebé va a hacer que en muchos países se empiecen a regular de una manera mucho más estricta los deberes y los derechos de las mujeres portadoras y de las personas que acuden a este sistema para tener hijos.

El mercado de los vientres de alquiler está empezando a mover millones en todo el mundo y los casos como el de la joven tailandesa no han hecho más que empezar. En la India existen auténticas factorías de bebés y clínicas enteras dedicadas a esta especialidad. Los precios oscilan entre los 8.000 y 10.000 euros. En Grecia, la precariedad económica hace que muchas mujeres se ofrezcan para esta creciente demanda y existe un sistema legal (al igual que en el Reino Unido) que regula todo el proceso. Los precios oscilan entre los 20.000 y 30.000 euros. Las parejas que acuden a Grecia son mayoritariamente europeas y en general no quieren conocer a la madre portadora, me pregunto por qué.

Puedo entender que el afán de tener descendencia empuje a la gente a medidas extremas, como buscar un vientre de alquiler. Pero la maternidad, además de un deseo, debe ser una decisión ética. Y no me cabe en la cabeza que un bebé que nazca a través de un contrato con intercambio de dinero no sufra en algún punto de su desarrollo las consecuencias de esa mercantilización del nacimiento y se pregunte a quién perteneció ese útero en el que vivió durante nueve meses. El niño deberá determinar quién es su verdadera madre y luchar por reconstituir sus orígenes. Los padres que acudan a un vientre de alquiler deberán estar preparados para afrontar las preguntas de su hijo y contarle de la manera más sencilla e inteligente por qué acudieron a ese sistema para devenir sus padres.

 En 'La promesse de l’aube', el bellísimo libro de Romain Gary sobre su propia madre, este escribió: “Con el amor maternal, la vida nos hace una promesa que no se cumple nunca”.