Pequeño observatorio

El progreso humano de la destrucción

Los frentes de batalla han sido ampliados o sustituidos por unos odios que no tienen frontera

Efectivos de las Fuerzas Democráticas de Siria en la localidad de Tell Rifaat, al norte de la provincia de Alepo.

Efectivos de las Fuerzas Democráticas de Siria en la localidad de Tell Rifaat, al norte de la provincia de Alepo. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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No puedo escribir "se han acabado las guerras"... sin añadir "tradicionales". Porque durante siglos las guerras han sido luchas de unos humanos contra otros humanos. Muy al principio, de una forma -si se me permite decirlo-, "personalizada". Cada combatiente contra otro combatiente, y todos con unas armas que hoy podemos considerar primitivísimas. Las herramientas agresivas tenían un alcance tan limitado que el combate se hacía cuerpo a cuerpo.

Después aparecieron las lanzas, una herramienta que se puede arrojar, pero de alcance limitado por la potencia de los brazos lanzadores. Parece que la lanza se había inventado en la era paleolítica. ¡Viene de lejos la belicosidad humana! Las lanzas perdieron protagonismo ante las armas de fuego, que no pesaban tanto, aunque no eran tan precisas como las que las han ido sucediendo. El hecho es que las guerras de hoy han batido los récords de originalidad y de creatividad destructiva, si se me permite aplicar a la guerra el lenguaje publicitario.

La aptitud aniquiladora es hoy enorme. Los antiguos castillos, que tanta importancia tuvieron en la defensa de un territorio, hasta ahora eran admirados como obras de arquitectura. Hoy son modelos "de estructura".

CURSOS DE DESTRUCCIÓN

Durante la guerra de 1936, cuando yo era un niño, vi en el cielo de Barcelona, desde nuestra galería, el paso de un avión bombardero franquista. ¡Uno solo! Mi padre había puesto en los cristales de las ventanas unas tiras adhesivas para evitar que la fuerza expansiva rompiera los cristales.

Se puede decir que en aquellos tiempos la destrucción hacía cursos de aprendizaje y se alimentaba con unas guerras cada vez más internacionales. Las fronteras físicas dejaban paso a fronteras raciales o religiosas. Ya no mandan aquellos señores feudales, y la tecnología da paso a la barbarie. Los frentes de batalla han sido ampliados o sustituidos por unos odios que no tienen frontera.