Soberanía nacional y ciudadana

El proceso constituyente de todos

La sociedad catalana también quiere decidir sobre otras cuestiones más allá del marco institucional

JAUME LÓPEZ

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En los últimos años una parte importante de la ciudadanía catalana se ha expresado a favor de la independencia. Las razones son diversas pero todos los independentistas coinciden en querer reconstituir el país, refundarlo de nuevo, para dejar atrás el fracaso estatutario y el sistema institucional de la Constitución del 78 que, habiendo permitido dejar atrás la dictadura, ha demostrado ser un límite claro al desarrollo de una democracia de calidad.

El deseo de regeneración, sin embargo, no es exclusivo de quienes defienden la independencia. Al contrario. La voluntad de regeneración, de reforma integral, está mucho más extendida en la sociedad catalana, como se pone de manifiesto cuando se tiene en cuenta el apoyo social a todas las formaciones políticas que proponen un proceso constituyente en sus programas electorales. Los independentistas vinculan este objetivo al establecimiento de un nuevo estado independiente, porque para ellos esta es la única garantía de que la reconstitución del país sea efectiva.

Los soberanistas no independentistas, reconociendo la nación catalana, hablan de un proceso constituyente en el marco español pero no subordinado al resto del Estado. Tienen visiones diferentes sobre cuál es la herramienta más efectiva para desarrollarlo, pero coinciden plenamente en la necesidad de dejar atrás un régimen institucional que nos ha lastrado como país, y ha dejado sin respuesta las potentes demandas ciudadanas que se han expresado en los últimos años, ya sea en el entorno del llamado 15-M, o de los 11-S.

DEFINIR UN MARCO DE CONVIVENCIA POLÍTICA

El apoyo en favor de un proceso constituyente posiblemente sea tan amplio como el que la ciudadanía catalana da al derecho a decidir. De hecho, ambas son expresiones de un mismo talante y forma de entender la política en el que los ciudadanos son soberanos para decidir cómo quieren vivir y cuál debe ser su marco de convivencia colectiva. Por eso el 80% de los catalanes y las catalanas queremos decidir cuál es el futuro político de Catalunya. Pero queremos decidir sobre todo, también sobre otras cuestiones, más allá del marco institucional.

Esto es un proceso constituyente. Un proceso de definición y puesta al día de los principios constituyentes que nos definen como comunidad política y que deben guiar, enmarcándolas, las decisiones políticas del futuro. ¿Cómo queremos que sea nuestro consumo energético? ¿Y nuestra relación con el medio ambiente? ¿El derecho a la vivienda debe ser efectivo? ¿Qué prioridad debe tener en las finanzas públicas el retorno de la deuda? ¿Qué grado de transparencia y control debe poder ser exigido de nuestras instituciones? ¿Cuál debería ser nuestro sistema electoral para promover una relación de calidad entre la ciudadanía y sus representantes?

Solo son una muestra de unas preguntas que deberíamos hacer y responder entre todos. Que son fundamentales y que, por eso mismo, deben ser deliberadas más allá del salón de plenos del Parlament. No todas sus respuestas deberían formar parte, necesariamente, de una constitución en el sentido estricto del término. O quizá sí. Depende del concepto que tengamos de constitución. Pero, en todo caso, forman parte de unos principios constituyentes que nos definen como país.

LA MEJOR BRÚJULA PARA EL FUTURO

Seguramente la sociedad catalana presenta consensos amplios, más allá del derecho a decidir, que no hemos hecho aflorar, ni en el debate sobre la independencia, ni en los posicionamientos partidistas, a menudo con un componente estratégico de corta duración. ¿Cuántos catalanes estarían a favor de que toda la ciudadanía tenga derecho efectivo a la vivienda y que se tomen las medidas pertinentes para lograrlo? ¿Solo los que votan a unos partidos concretos? ¿Cuántos catalanes querrían que el catalán fuera, con normalidad, la lengua vehicular de la enseñanza en Catalunya? ¿Solo los que son independentistas?

El debate sobre la independencia es esencial, pero aún lo es más el proceso constituyente. Mirar por el retrovisor de dónde se quiere marchar no siempre es la mejor brújula para decidir hacia dónde se quiere ir. Esta es la percepción que, seguramente, tienen los defensores del proceso constituyente que no se declaran independentistas. No es necesario tampoco tener una foto exacta, imposible por otra parte, pero sí hay que hablar y construir entre todos las bases constituyentes. Cuanto más sólidas, más allá podremos ir en uno u otro marco institucional.

El proceso participativo nos lo hemos ganado entre todos, en las plazas y en las calles, en manifestaciones masivas el 15-M o el 11-S. La soberanía de las naciones comienza en la soberanía de sus ciudadanos. Hagámosla realidad.