El debate soberanista

Proceso con turbulencias

¿Ganaría la independencia en unas elecciones plebiscitarias? Depende, pero ahora no es nada seguro

Xavier Bru de Sala

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Por supuesto que, tal como van las cosas, el 9-N no habrá consulta válida y legal. ERC pretende forzar la máquina de la desobediencia con la oferta emponzoñada de Junqueras para entrar en el gobierno y blindar la consulta caiga quien caiga. Como es sabido y han manifestado tanto Duran Lleida como el conseller Espadaler, Unió se opone a cometer una ilegalidad. Ahora no lo explicita, pero el presidente Mas se ha cansado de decir lo mismo. Las dos cosas que piden la ANC y Òmnium, la desobediencia y la unidad entre las fuerzas políticas que apoyan la consulta, son una quimera. O una cosa o la otra. Si no se produce un pronunciamiento favorable del Tribunal Constitucional, el 9-N los colegios electorales no abrirán. Entre dos legalidades, la del Parlament y la del Constitucional, prevalece la segunda. Así que entraremos en una nueva fase del proceso, en la cual peligrará esta unidad que en el debate de esta semana ya ha incrementado el volumen de la grieta.

Mientras tanto, en las siete semanas que faltan para el 9-N, asistiremos a un incremento del ruido y las declaraciones amenazantes, como las de Junqueras y Margallo. Cada bando enseña su posibilidad de extralimitarse. Una parte del soberanismo, con la desobediencia. El Gobierno, a pesar de los matices posteriores, con la suspensión de la autonomía. ¿Una simple escalada verbal? Es lo más probable. No se dan las circunstancias para que se produzca el famoso choque de trenes. Si Rajoy se extralimita, habrá dado un paso en falso que puede hacer descarrilar su potente convoy. Que Mas hará lo que sea menos desobedecer, es seguro.

Para que se pueda producir el choque de trenes, falta un requisito de extraordinaria y capital importancia: el mandato democrático de los catalanes a favor de la independencia, expresado en unas urnas oficiales. De ello es consciente todo el soberanismo, aunque algunos, con imprudencia o ceguera circunstancial voluntaria, lo den por emitido. Según la composición del Parlament, los sondeos y los resultados de las elecciones europeas, no hay mayoría clara a favor de la independencia. ¿Ganaría la independencia en unas autonómicas plebiscitarias? Depende. Ahora no es nada seguro. En el futuro, es más probable, puesto que el Madrid político y mediático se emperra en actuar con su cerrazón como una formidable fábrica de independentistas catalanes.

Por lo que resulta difícil no solo entender sino compartir las prisas de muchos para llegar al final del proceso de una manera inmediata. A partir de ahora, y sobre todo después del frustrado intento del 9-N, se abren varios escenarios, ninguno de los cuales es sencillo, pero no todos son igual de peligrosos. El primero, que hoy cuenta con más posibilidades pero también con más incertidumbre en el resultado, es la disolución del Parlament en las próximas semanas o meses por parte del president Mas y la convocatoria de elecciones autonómicas que los programas de una o varias candidaturas convertirían en plebiscitarias. Supongamos que así es. En este caso nos encontraríamos ante una bifurcación. O bien candidatura unitaria político-civil, con Mas seguido de Junqueras al frente y con el propósito explícito de declarar la independencia si el  obtiene la mayoría de los votos emitidos. O bien ERC, segura de la victoria que todas las encuestas le pronostican, opta por prescindir de CiU. En este otro caso se puede dar por descontada la maniobra más arriesgada de todo el proceso, cambiar de presidente, es decir de líder en el peor momento. Antes, habrán tenido que hacer campaña los unos contra los otros, de forma que tendremos división efectiva y aumentarán las probabilidades, nada despreciables incluso en caso de candidatura unitaria, de batacazo del independentismo. En unas plebiscitarias es difícil introducir terceras vías. O se vota a favor de la independencia o no. O el  obtiene mayoría o no hay mandato democrático.

¿Por qué nos complicamos tanto la vida? Tengo por cierto, y tanto la historia como la lógica lo demuestran, que cualquier convocatoria electoral se puede convertir, según los programas de los partidos que se presenten, en un plebiscito. Lo que vale para las autonómicas también vale, en la parte sustancial de expresión mayoritaria de la voluntad popular, en unas municipales o unas generales. Precipitar los acontecimientos en caliente equivale a incrementar los riesgos de manera innecesaria. Como que la exaltación es una mala consejera, las turbulencias del proceso, que son made in Catalonia made in Cataloniay estorban más que ayudan, no presagian un desenlace tan feliz como pretenden los manifestantes de la Diada. Si no se calman los ánimos.