Editorial

El Proceso de Barcelona, ocasión perdida

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Veinte años no son muchos, pero los transcurridos desde la Conferencia Euromediterránea que lanzó el Proceso de Barcelona con el objetivo de convertir el área mediterránea en un espacio común de paz, estabilidad y prosperidad parecen una eternidad. En 1995 reinaba la euforia tras la caída del muro de Berlín. Se avizoraba un mundo que solo podía ser mejor. El gran conflicto medio-oriental entre isarelís y palestinos parecía en vías de alguna solución tras la Conferencia de Madrid (1991) y los acuerdos de Oslo (1993). Dos décadas después, ni aquel conflicto está en vías de solución, ni la paz o la prosperidad han llegado a la orilla sur. La guerra es hoy protagonista en Irak, Siria o Libia. Estos países han visto la aparición del yihadismo, que también se ha extendido a otros como Túnez o Argelia y ha llegado a Europa. Las revueltas árabes han acabado en un baño de sangre o en el retorno de la dictadura, como ocurre en Egipto.

Aquella conferencia fue un gran éxito de la diplomacia española, y en particular de su titular, Javier Solana, pero también fue un éxito de corta duración. El alineamiento del Gobierno conservador de José María Aznar con Bush y Blair, promotores de la invasión de Irak, dio al traste con el papel diplomático que España había tenido en la zona. Lo ocurrido con el Proceso de Barcelona no debe ser visto solo como un gran fracaso, que lo es. Debe ser la demostración de lo absolutamente necesaria que es en estos momentos la búsqueda de la paz.