Análisis

Karl Marx y el derecho a decidir

JOAN TAPIA

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La división identitaria y la tensión institucional no les sientan bien a los países. Cuando el modelo económico catalán sufre una seria crisis, las consecuencias podrían ser más graves. Y crear un nuevo Estado en la Unión Europea -rompiendo uno de los 27 que la conforman- sería algo sin precedentes.

Por eso es tan legítimo como erróneo que los partidos de la actual (e inestable) mayoría gubernamental (CiU y ERC) hayan iniciado la democrática (pero inédita) reclamación del derecho a decidir en un clima económico incierto, con apoyos limitados y buscando condicionar el resultado del referendo (solo eso explica la creación del extravagante Consell per a la Transició Nacional). Seguro que elPacte Nacional pel Dret a Decidir, creado ayer sin concreciones (se han encargado a la ponderada pluma deJoan Rigol), generará grandes ilusiones. Pero los países necesitan también la cabeza fría para no equivocarse. Y ayer faltaba mucha gente. Para empezar, los representantes del PPC y de Ciutadans, dos partidos que juntos sumaron 830.000 votos, el 23%, en las últimas elecciones. Son minoría y no pueden obstaculizar el gobierno, pero sí deben ser tenidos en cuenta si se plantea un cambio de Estado.

Y el PSC, que apoya el derecho a decidir pero para quedarse en España y reformar la Constitución, y que con el 14,4% de los votos es el segundo partido (26.000 más que ERC), ha ganado todas las elecciones legislativas (excepto las últimas deDuran) y gobierna las ciudades del cinturón de Barcelona, donde se concentra la población que vino a Catalunya en los años 50 y 60. Y cuando está claro que las empresas son los cimientos de los países exportadores, tampoco estaba la patronal más representativa, el Foment, aunque sí varias de la pequeña y mediana empresa. No asistieron los colegios profesionales (la mayoría apoyó el pacto fiscal hace dos años) ni fue invitada una entidad tan identificada con el europeísmo de los sectores profesionales como el Cercle d'Economia.

Sí estuvieron organizaciones de peso como los sindicatos (Comisiones Obreras, UGT y USO) y el Consell de Cambres de Comerç, aunque hubo otras presencias curiosas (Ens de Comunicació Associativa), y algunas, pegadas a las subvenciones. Faltaban muchas cabezas para afrontar la crisis y todavía más para romper un Estado. Pero elsenyexiste y ayerMiquel Valls,la voz de las 13 cámaras catalanas, insistió en que la consulta debía ser legal y pactada. Y añadió algo -realismo y comprensión del mundo- tan relevante como los sentimientos para el bienestar de los pueblos: «La cuestión no es si una Catalunya con Estado propio sería viable o no, sino si las oportunidades derivadas del cambio de estatus compensarían las contingencias». Si las ventajas equilibrarían los costes de la transición. Y apuntó que fuera de la UE habría muchos riesgos, incluida la paralización de inversiones.

Pues eso, queVallsplanteó ayer una educada enmiendaparcial-total. Elpresident,que sabe -ya lo dijoKarlMarx-que la economía es determinante, debería reflexionarla.