MONÓLOGOS IMPOSIBLES

No es país para yernos

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JOAN BARRIL

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Estaba afeitándome frente al espejo cuando, de pronto, se ha ido la luz. En la oscuridad no hay volúmenes precisos y el espacio se hace más grande. El cuarto de baño no ha de servir para bailar, sino para ser la medida de todas las primeras cosas del día. Pero ahora, a oscuras, me da la sensación de estar perdido en el universo. Nadie vendrá con una vela ni con una linterna. Ana se ha ido muy temprano y me tendré que espabilar solo para acabarme de afeitar la media cara que me falta. Bien mirado, podría ir a un barbero profesional. Ese es un acto que siempre requiere un poco de valor. Solo el ser humano pone su vida en manos de un desconocido. Mientras la navaja va dejando su filo sobre la piel del cuello, cualquier cosa podría suceder. Un codazo involuntario sobre la mano del barbero, un enloquecimiento criminal o tal vez un revanchista que me conocerá y que me hará pagar por todas las afrentas políticas de mis antiguos correligionarios. Mejor dejo lo de la navaja en manos ajenas y miro si continúo afeitándome con el tacto y sin espejo. Una barba de una semana está de moda.

Yo también estoy de moda. Y me molesta. Mi amigo Correa tuvo a bien regalarnos la iluminación nocturna del bodorrio y ahora me lo quieren hacer pagar a mí. Yo, la verdad, prefiero que me regalen luz durante un día importante que no tener que buscar espacio para 50 juegos de café y otros pongos de origen incierto. Han pasado más de 10 años desde la juerga de El Escorial y aún quedan regalos por desenvolver. Todavía me acuerdo de Ana preguntándome dónde lo pongo. ¿No es eso más grave que una correcta iluminación? Es esa luz que ahora me falta en el cuarto de baño y que ya no me podrá suministrar Correa, el gran conseguidor de las cosas más difíciles. Se equivocó Correa al regalarme la luz. Porque la luz siempre genera sombras. Y ahora me he dado cuenta de que este no es país para yernos. Un día de estos le escribiré -nunca por teléfono ni por e-mail, que el diablo los carga- a Iñaki Urdangarin para coincidir y crear una Asociación de Yernos Españoles Reprobables (AYER, se llamaría) para ayudarnos mutuamente a evitar que cuelguen de nosotros todos los males de la familia adoptiva. Si el Rey mata un elefante, que no se dispare contra el yerno advenedizo. Si mi suegro quiere volver a la política, que no haga ni mención de los regalos de Correa, que bien se le pagó en su día. Curioso lo de la luz, porque hasta los del Vogue han dicho de mí que soy un líder en materia de sostenibilidad eléctrica. Mis amigos Ecclestone Flavio me siguieron en lo de la Fórmula E, un sistema para ganar carreras sin gasolina, solo con un enchufe. Pero para enchufes, los que me he ido agenciando para que nada falle. Si he de ser el yerno ideal, aquí estoy yo para hacerme una fortuna sin necesidad de ir por el mundo con la cantinela del “deme algo, deme algo”. En este país de comadres y de correveidiles hay que recordar de vez en cuando que una cosa es pedir y otra, ganar. Yo gano. Otros piden. Esas son las nuevas generaciones que algún día ocuparán el poder en España: siempre enchufados, siempre silenciosos, siempre discretos. Y a ponerle cara de mármol cuando llega alguien a recordar quién pagó la luz del escaparate donde se empezaba a crear la famosa Marca España.

La electricidad ha vuelto. Ahora veo que me he cortado junto a la nariz. Un pequeño rasguño que va destilando unas mínimas gotas de sangre. Van a por mí, pero ese rasguño es solo una pequeña herida de guerra. Que digan lo que quieran esos feroces columnistas que viven de la envidia que les producimos. La luz no se detiene nunca. Y las sombras acaban desvaneciéndose cuando ya no hay nada más que añadir. Más de 10 años y todavía intentan desacreditarme por unos focos regalados. Realmente, este país es deslumbrante a la hora de sacar la mala leche.