Las cuentas catalanas

Un buen presupuesto es posible

Pese a lo que dicen los plutócratas, el Estado del bienestar es más sistémico que los bancos

JOAN HERRERA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las cifras del paro dibujan el panorama de un país devastado desde la perspectiva económica, social y moral. Y a pesar de todo, el presupuesto, el principal instrumento para orientar cómo salir de la crisis, se hace en función de si asumimos un déficit del 0,7% o del 2%, si recortamos mucho o muchísimo. En un país normal, con un contexto normal, el presupuesto se haría en función de cómo reducir el paro o cómo reducir la pobreza que hoy está asolando cientos de miles de familias.

Pero el presupuesto se hace en función de criterios arbitrarios como el porcentaje del déficit y la austeridad, cuestiones que no tienen que ver con lo que nos hace falta para la recuperación económica y que han provocado más sufrimiento que nunca. La explicación de esta falta de sentido no es otra que nos obligan, que este es un mandato de la Troika, del Estado, de las leyes de estabilidad presupuestaria y del artículo 135 de la CE. Y a pesar de que todos ya reconocen que la austeridad no funciona, se mantiene. Quizá porque no fue diseñada para salir de la crisis sino para aprovecharse.

En este contexto, Catalunya sufre los problemas derivados de una mala financiación, pero el reto principal se parece mucho al que sufren en muchos lugares de Europa: la obsesión por unos objetivos de déficit que acaban degradando la economía, la vida de la gente, y como derivada, las finanzas de la propia Administración.

La opción que unos y otros nos plantean es, por muy razonable que lo quieran pintar, la más insensata. La prórroga presupuestaria ahorra un problema político a aquellos que canjean el derecho a decidir por el apoyo político a CiU, pero representa aplicar unos recortes de un volumen superior a los 4.000 millones. En el primer trimestre ya se ha recortado un 20% del gasto, y con un tiempo perdido en que no se ha aplicado ninguna medida de los ingresos anunciados. La otra opción, la de presentar cuentas que supongan nuevos recortes, sean de 2.000, 3.000 o 4.000 millones, continuará profundizando la herida de un país que se desangra, deprimiendo la economía y maltratando a quien más sufre. Pero la lógica presupuestaria de mantener los recortes afecta no solo a la sostenibilidad económica y social, sino a los mismos fundamentos de la democracia.

El artículo 135 de la CE, en su párrafo cuarto, dice que «los límites de déficit estructural y de volumen de deuda pública se podrán superar en caso de catástrofe natural, recesión económica y situaciones de emergencia extraordinaria que afecten a la sostenibilidad económica y social del Estado». Quizá es el momento de hacer lo más sensato y razonable, y plantear el presupuesto que el país necesita. Es decir, unas cifras que tengan presente en qué sectores se debe invertir, cómo se genera empleo, donde no se contemplen nuevos despidos con un efecto desastroso sobre la economía, al contraer la demanda interna, en cómo se garantiza una renta garantía de ciudadanía para las familias en situación de pobreza. Estos serían unos presupuestos no solo justos, sino útiles porque permiten una política anticíclica y expansiva que el momento necesita.

Queremos unos presupuestos en función de otros parámetros y si las nuevas cuentas significan unos presupuestos que tienen más presente el 25% del paro que los porcentajes de déficit, bienvenidos sean. Se me dirá: no es posible, no nos pagarán el fondo de liquidez. Nos lo dirán los mismos que han contribuido a definir las reglas que no permiten hacer el presupuesto que necesitamos. Pero lo más arriesgado es seguir haciendo lo mismo, ya que la degradación económica, social, moral y democrática nos acerca cada día a un callejón sin salida.

Nuestra fortaleza es nuestra importancia. Catalunya representa el 20% del PIB español. Y si Catalunya cae, el Estado cae. Quizá este principio del «too big to fail», demasiado grande para caer, sea la manera de forzar a que el Gobierno español haga lo que tiene que hacer, ya que Europa, por la dimensión de la economía española, tampoco se puede permitir que esta caiga.

No es un debate entre izquierdas y derechas. Es un debate entre demócratas y aquellos que se conforman con una plutocracia donde quien manda es el dinero financiero. Por eso necesitamos los presupuestos que el país necesita, que obedezcan a las necesidades sociales y económicas y que desacatan al Gobierno del Estado y a la Troika.

Unos presupuestos que conecten con las demandas del 99% de la gente que ve con perplejidad cómo se salva a la banca -con ayudas directas de más de 175.000 millones- como si el Estado del bienestar no fuera más sistémico que la misma banca. Se trata de ser valientes y actuar diferente. Quizá porque para hacer lo mismo ya no hay margen. Por que un país con tanto paro y tanta desesperanza no se puede permitir seguir haciendo lo mismo.