Al contrataque

La espera

MANEL FUENTES

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No hay nada más inquietante que la espera. La espera de algo que, aun asumiendo que pronto va a pasar, no sabemos exactamente lo que es. Pero el cielo parece completamente encapotado. Y el mar, embravecido.

La espera desgasta. Por ella misma y porque mientras esperamos que algo suceda, seguimos cayendo. Deberíamos hacer algo. Esta espera no genera un tiempo neutro ni favorable. Al esperar, empeoramos. Estamos con el agua al cuello y hay amenaza de lluvia. El capitán guarda silencio. La tripulación se inquieta. Quien quiere, ya sabe que no hay barco ni para ir a la esquina. Pero mientras llega el desencadenante, seguimos esperando. Es todo tan raro que tampoco la tripulación opta por un motín a bordo porque intuye que podría acelerar el hundimiento. Calma tensa. Tensa espera.

Hay contención incluso en los discursos. Pocos se atreven a contar las cosas por su nombre. El FMI ha diagnosticado que durante varios años no levantaremos cabeza. Las previsiones del Gobierno sobre el cumplimiento de los objetivos de déficit y el crecimiento del país no son creíbles. Creemos que Europa nos relajará los tiempos, pero nadie lo concreta. Será, si llega, un poco de oxígeno para seguir esperando. ¿Esperando qué? Hombre, pues que los principales partidos del país se decidan de una vez a contarnos que para seguir en el euro de primera división tenemos que hacer un Estado eficiente y estar dispuestos a las dolorosas reformas que lo puedan llevar por esa senda, entonando a la vez el mea culpa y estando dispuestos a asumir responsabilidades. ¿Lo harán ahora? Pues viendo cómo han estado de implicados, cómo han preservado los intereses de las grandes empresas del país que siempre han vivido del BOE y cómo han apuntalado (que no salvado) el sistema financiero español, con sus preferentes y sus Bankias, es bastante difícil creer en su determinación. Y a su vez esos partidos saben que asumir el discurso responsable ahora, tras tantos años de viva la virgen, les abre una brecha a derecha y a izquierda para que el nuevo populismo les subraye su viejo populismo, destape sus vergüenzas, venda un mundo feliz con promesas de domar a quien ya nos ha prestado y se lo coma con patatas. Las pocas ganas de la ciudadanía de escuchar que lo que nos viene es peor llevaría en volandas a los nuevos profetas hasta el escaño. Por tanto, los que han llevado a España hasta aquí creen que es mejor esperar. Y así seguimos, mirando el diario y el calendario a ver si nos dan alguna pista de cambio.

Las elecciones alemanas

En septiembre hay elecciones en Alemania, y a lo mejor después llega una política expansiva del Banco Central Europeo y se nos afloja la asfixia. Pero también puede pasar que los alemanes, hartos de nuestro inmovilismo, también se cansen de esperar, y entonces difícilmente podremos seguir siendo euristas de primera. Entonces ya no hará falta que nuestros políticos reaccionen. Ante el hundimiento ya tendremos culpables. De momento, aquí seguimos. Esperando. Y quien espera, desespera. Especialmente, quien nos está prestando ayuda.