El empecinamiento de España con Kosovo
El acuerdo entre Serbia y Kosovo pretende dotar de un mínimo de normalidad sus relaciones, aunque Belgrado no se vea obligada a pasar por el trance de tener que reconocer formalmente la independencia de su antigua provincia. No lo hará de iure, pero lo hace de facto desde el momento en que se ha comprometido a no entorpecer el camino de Kosovo hacia su horizonte europeo, de la misma forma que Pristina se compromete a hacer lo propio con Serbia.
Serbia había logrado ya de la Unión Europea el estatus de país candidato y el inicio de las negociaciones para la adhesión estaba pendiente precisamente de que llegara a un acuerdo con Pristina. Para Kosovo el camino será mucho más largo y debe transitar antes por el Acuerdo de Asociación del que ya disfrutan sus vecinos balcánicos y por el que antes pasaron muchos países que ahora son miembros de la UE.
Es un proceso tortuoso, que marca una hoja de ruta con objetivos básicos que el país aspirante al Acuerdo de Asociación debe cumplir. Pero supone, al mismo tiempo, un incentivo que permite avanzar en el proceso de reformas para lograr los estándares aceptables en un Estado de Derecho.
La recomendación hecha por la Comisión Europea de abrir las negociaciones para la adhesión con Serbia y para el Acuerdo de Asociación con Kosovo es el primer paso imprescindible. Los ministros de la UE deberán ahora tomar la decisión por unanimidad. ¿Qué harán España y los otros cuatro países miembros de la UE ¿Grecia, Chipre, Eslovaquia y Rumanía¿que no han reconocido a Kosovo como Estado independiente?
El ministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo, ha afirmado hoy que no ve motivos para que España cambie de actitud. Pues, si el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia (que, en julio del 2010, señaló que la proclamación de la independencia de Kosovo no violaba la legalidad internacional) no le parece al ministro razón suficiente, aquí tiene otra. Porque el Acuerdo de Asociación es un tratado entre la UE y el Estado en cuestión y no hay ningún precedente de que la UE haya negociado un Acuerdo de Asociación con ninguna entidad que no sea un Estado soberano reconocido como tal.
¿Bloqueará España ¿o cualquiera de los otros cuatro países citados--, cuando llegue el momento, el inicio de la negociación con Kosovo? Porque el Gobierno de Madrid tendrá dos opciones: o caer en una incongruencia absoluta siendo parte de la negociación de un tratado que, como tal, ya lleva implícito el reconocimiento del interlocutor como un Estado, o ponerse a la altura de Grecia que, desde hace décadas, ha venido amargando la existencia a Macedonia por la dichosa cuestión del nombre.
El empecinamiento es mal consejero y puede convertirse en causa de irritación para los socios europeos. Porque lo de Kosovo difícilmente tiene marcha atrás, y esto lo saben incluso en Belgrado.
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