LA CAVERNA AZULGRANA

Borrachera en Múnich

"A Guardiola le apetece hablar de fútbol con gente que no ha sido antes concejal de urbanismo, gente que sabe cómo huele un peto mal secado"

Guardiola escucha una pregunta en la rueda de prensa previa a la gala de Zúrich.

Guardiola escucha una pregunta en la rueda de prensa previa a la gala de Zúrich.

Albert Martín Vidal

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En enero de 1821,Lord Byronescribió lo siguiente sobreWalter Scott: "¡Qué hombre tan maravilloso! Estoy deseando emborracharme con él". Esta escueta anotación en su diario personal da luz a la decisión deGuardiolade irse alBayern.

Habrán escuchado en los últimos días que'El Mite' ha elegido el camino fácil y que se ha ido a competir a una liga de segundo nivel para evitar a las superplantillas de los magnates de la Premier. Habrán oído también que Guardiola es un cobarde que ha querido a toda costa evitar nuevos enfrentamientos conMourinho, esa némesis precaria que le ha dado el fútbol.

En esta 'cueva' no podemos estar más en desacuerdo. En primer lugar, Guardiola tiene mucho que perder en Múnich porque sus triunfos en el campeonato local serán triunfos menores: elBayern es el gran monstruo del fútbol alemán y solo es noticia cuando no gana. Ganar laBundesliga con récords de goles, puntos y pases con el exterior del pie será un triunfo que automáticamente quedará minimizado. Guardiola compite contra su propia leyenda y necesita la Champions. Y eso, amigos, no es fácil cuando campa por Europa una máquina de arrasar llamadaBarça. Sí reconozco a sus críticos que lavanidad de Guardiola es tan grande como la de Mourinho, pero precisamente por eso ha querido darle una pequeña lección a su archienemigo: en fútbol no cuentan los piques entre entrenadores, en el fútbol mandan los jugadores, la tradición, los estadios, las gradas. Y mientras la estirpe de horteras posmodernos que han puesto de moda a rebufo del portugués habrían elegido con los ojos cerrados alCity, Chelsea o PSG, Guardiola ha apostado por una de las esencias de fútbol más puras que quedan en el mundo. Por un campeón de siempre, plagado de leyendas, donde ganar es obligación y que ha escrito su historia de la mano de los mitos que hoy integran su directiva.

Claro que Guardiola podría haber ido a casa deAbramovich, pedirle la llave de la caja y alejarle deStamford Bridgea patadas. Pero Pep sabe que siempre habrá un lugar mejor donde hacer de presidente. Y además, hay algo más importante: aPep le apetece hablar conRumenigge de sus regates, conHoeness de la presión adelantada. A Guardiola le apetece hablar de fútbol con gente que no ha sido antes concejal de urbanismo, gente que sabe cómo huele un peto mal secado.

Y no hay duda de que si algo le podía devolver las ganas de volver es precisamente la perspectiva de esa primera cena conBeckenbauer enBaviera, en que se mirarán a los ojos y se confesarán que estaban deseando emborracharse juntos.

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