INICIOS DE BARÇA Y MADRID

Principios opuestos

ANTONIO
BIGATÁ

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La sensación de equilibrio, acoplamiento y rendimiento creciente que ofreció el Barça frente al Elche fue síntoma de buena normalidad en un inicio de temporada. No se estrenó Bravo, pero sí Mathieu y Rakitic, que además de ser de los mejores en la desenvoltura futbolística proporcionaron una inyección de la fuerza y la garra cojonera que el Camp Nou echó en falta en los malos momentos de la temporada anterior.

También gustó la reaparición de Rafinha, pese a no estar al nivel del Celta. Pero lo que cargó definitivamente las pilas de la ilusión culé fueron dos cosas: el regreso de Messi a su magnífico estado normal y la desenvoltura de Munir, primer recordatorio que ofreció Luis Enrique de su propia valentía (Pedro podía jugar, de hecho lo hizo al final, pero el técnico prefirió la mejor puesta a punto y la ubicación táctica que podía aportar el novato) y de su anunciado compromiso con la cantera.

Faltaron Neymar y Suárez, pero aquella sensación de normalidad general no descompuso al equipo ni siquiera durante la media hora larga en que el Elche impermeabilizó su área. Apenas se pudieron detectar matices innovadores en la táctica, aunque el equipo jugó con menos obsesión los pases horizontales. Pero todavía es pronto para deducir lecciones estables. Lo importante es que el Barça tuvo un arranque racional de Liga, con ramalazos de calidad y sin ninguna sombra. Por lo que se vio, puede ser una gran temporada.

Con todo, tanto para los seguidores del Barça como para el mundo del fútbol, lo mas llamativo, apasionante y paradójico del inicio de curso sucede en el Bernabéu, donde Florentino deconstruye con firmeza y en su propio honor al Madrid que ganó la décima. Un psicólogo me ha dado una posible interpretación de lo que sucede. Las pompas de la décima se las apuntaron básicamente Cristiano Ronaldo y Carlo Ancelotti, el entrenador que rehízo lo que habían descompuesto Mourinho y el presidente. Y esa falta de protagonismo en el calor popular no le debió gustar al ego de Florentino.

Por eso ahora el presidente blanco inicia un proyecto que si triunfa, nadie podrá dudar de que todo el mérito es suyo. Incluye el perdón magnánimo a Casillas (porque le sale así del sitio de donde suelen salir estas cosas). Incluye la desautorización técnica a Ancelotti privándole de dos jugadores que este consideraba imprescindibles, Di María y Xabi Alonso. E incluye el fichaje por que sí de James, un jugador bueno pero innecesario y que desordena un esquema que funcionaba, y que tiene la misión de apretar a Ronaldo.

Salvo media hora inicial en la Supercopa contra el Sevilla, el centro del campo madridista ha sido un auténtico caos por descompensación (con Modric como hombre más eficaz y trabajador, y pese a la categoría de Kroos). Con tres delanteros como Cristiano, Benzema y Bale, que apoyan poco al equipo en la brega general, es imprescindible la polivalencia defensiva de los tres hombres que pivotan desde la zona ancha el juego ofensivo. Y ahí ha estallado el lío, con seis hombres que se ven titulares teniéndose que repartir tres sillas. Como dos, por decisión de Florentino, son para James y Kroos, mientras Khedira anuncia que se queda para agotar su último año de contrato antes de quedar libre, y se supone interés presidencial para que tengan oportunidades Xisco Illarra, fichados el año pasado a bombo y platillo, tanto Di María como Alonso han desistido de luchar contra el muro.

Florentino ha entrado en un vértigo similar al que precedió la otra vez a la espantá cuando no llegaron los resultados deportivos esperados. El Madrid tiene un inicio de temporada bastante distinto al del Barça, tal como lo valoran y saborean los seguidores azulgranas.