La rueda

Primero de Mayo

Si pierdes la memoria reivindicativa, no sabes de dónde vienes ni hacia dónde quieres ir

RAMON FOLCH

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¿Se acuerdan o han oído hablar de la Revolución de los Claveles? Comenzó un 25 de abril. Nadie rememoró este 42 aniversario. En su momento, sacudió a Europa. Contra todo pronóstico, y sin sangre, Portugal se sacó de encima 41 años de dictadura. Aquí, mirábamos arrobados. Y esperanzados. En vano: nuestro dictador murió en la cama y sus albaceas aún colean y cortan bacalao. Mucho bacalao.

¿Tienen presente la Revolución de Octubre? Ocurrió el 25 de octubre de 1917 (el 7 de noviembre, en realidad: Rusia aún observaba el calendario juliano). Abrió un nuevo orden mundial que duró hasta hace poco. Sus seguidores de todo el mundo adoptaron como fiesta máxima la del Primero de Mayo, tal día como hoy. La fiesta, instaurada en 1889 por el Congreso Socialista de París, conmemora la Revuelta de Haymarket, unos disturbios con final trágico que sucedieron en Chicago en 1886 en demanda de la jornada de ocho horas.

Me temo que pocos lo tienen en mente. Hoy es fiesta y listo (además de caer este año en domingo). Con el Onze de Setembre estuvo a punto de ocurrir lo propio, hasta que el viraje soberanista lo relanzó. Durante el franquismo no podía celebrarse, luego fue fiesta oficialmente y al final era fiesta y punto. Detrás de las conmemoraciones debe haber alguna reivindicación; si no, se debilitan hasta diluirse.

No se puede vivir rememorándolo todo, pero es triste vivir sin rememorar nada. Somos el resultado de procesos históricos. La Revolución de los Claveles no fue nuestra, pero alimentó nuestra esperanza. El Once de Septiembre nos devolvió la identidad digna. El Primero de Mayo nos recuerda que el Estado del bienestar no cayó del cielo. Una amiga mía suele decir que en la vida hay que ser perro agradecido. Lleva razón. Y hay que tener memoria. Si no, ni te mereces nada, ni sabes qué te pasa ni por qué.