La clave

Presupuestos y prejuicios

El Rey recibe a Pablo Iglesias en el palacio de la Zarzuela.

El Rey recibe a Pablo Iglesias en el palacio de la Zarzuela. / periodico

ALBERT SÁEZ

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La verborrea de la era de la hiperinformación convierte en dogmas demasiados prejuicios que jamás nos preguntamos si responden a la realidad. Todos hemos dado por supuesto que la militancia del PSOE será más proclive a pactar con Podemos que los dirigentes del partido.

Con esa misma premisa, Eduardo Madina se estrelló contra la 'realpolitik' de los barones territoriales que cerraron filas alrededor de un desconocido Pedro Sánchez avalado, entre otras, por la todopoderosa Susana Díaz. De igual manera todos damos por hecho que los círculos de Podemos -¿aún existen?- bendecirán los acuerdos que hipotéticamente avale Pablo Iglesias como antes dieron el visto bueno a los candidatos que propuso en las denominadas listas plancha. E igualmente todos damos por hecho que Ciudadanos será un partido perfectamente previsible en el que la dirección podrá maniobrar a derecha o izquierda hasta alcanzar el poder como otrora hicieron PP y PSOE. Y todo ello, a pesar de ser enormemente contradictorio, nos parece de lo más normal porque ahora las asambleas son cosa del civilizado SPD alemán y no de la asilvestrada CUP catalana.

CAOS EUROPEO

Los prejuicios basados en presupuestos no verificados son carne de impunidad. Felipe González fue el campeón del progresismo hasta el día que se le ocurrió poner a Venezuela en el primer plano para hablar de Podemos. En ese momento, su momia se convirtió en polvo en contacto con el aire de la nueva intelectualidad del nuevo régimen que puede llegar a ser tan sorda y ciega como la facción hiperventilada del independentismo catalán. 

La política española sigue sumida en el caos. Así se hace un poco más europea. En nuestro entorno cayeron las mayorías absolutas mucho antes que el muro de Berlín, el auge de los populismos y el estallido de las redes sociales. Pero ahí estamos. Con una opinión publicada hecha a medida del bipartidismo decadente: una historia de buenos y malos en la que las etiquetas se adjudican antes de enseñar las cartas. ¿Dónde está escrito que la vara de medir del progresismo la tenga solo Podemos y Ciudadanos la de la regeneración? Preguntas que nunca nos hacemos.