LA CORTINA DE HUMO

Presidente en movimiento

TONI AIRA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por su dominio del lenguaje de la televisión lo describieron como paradigma del «vídeo-líder» que el sociólogo Giovanni Sartori tan bien ha teorizado. No en balde había sido director general de RTVE. Ritmo. Impacto. Simplicidad de los mensajes, haciéndolos comprensibles, hablando con frases-cuña, vía titulares y eslóganes que tocaran la fibra.

Una de sus primeras decisiones como presidente fue colocar a Rafael Ansón, experto en márketing, al frente de la radio y televisión públicas. Con él trabajó el cómo, su comunicación verbal y no verbal, el tempo. Y con el periodista Fernando Ónega trabajó el qué, su discurso, aquellas palabras que tenían que transmitir cambio.

Muchos no se fiaban de él por su pasado en el Movimiento, y él buscó el vínculo, la conexión con los ciudadanos, con discursos de inicio de mandato desde el sofá de su hogar, distendido y cercano, un hecho impensable en su predecesor, Carlos Arias Navarro. Del blanco y negro del franquismo al color de la nueva etapa, buscando la identificación con una sociedad con voluntad de cambio real. Así se lo recordaría, en Presidencia, su jefa de Gabinete en 1976, una bella, formada y progre Carmen Díaz de Rivera («la musa de la Transición») a quien Adolfo Suárez pidió que fuera su más exigente crítica para no tomar distancia con el pulso de la calle. «Recuerda que eres humano», le venía a decir, al estilo de aquellos siervos que desde el carruaje mismo se lo susurraban a los victoriosos generales de la antigua Roma.

Suárez, jefe del Gobierno, replicaría un estilo presidencialista a la norteamericana, como después han ido asumiendo también el resto de jefes del Ejecutivo español. Su mujer, Amparo Illana, al estilo del tándem Señor y Señora América que tan bien funciona en Estados Unidos, pasaba a tener un papel que junto con los hijos de la pareja complementaba el relato personal del líder. Le ayudaba a hacerse cotidiano para una mayoría de ciudadanos. Y en eso la televisión, el medio más eficaz para transmitir el lenguaje de las emociones y para buscar la empatía con las audiencias, le fue clave. En todos los momentos decisivos o críticos de su mandato, Suárez echaba mano de la televisión con discursos que clavaban imágenes también por medio de las palabras. «Puedo prometer y prometo»: firmeza, convicción, compromiso, confianza, determinación, liderazgo.

Y él, un palmo por encima del resto. De ahí que declinara debates o un cara a cara con otros líderes políticos camino de las primeras elecciones democráticas. Estilo presidencial. Él era el presidente y el resto, a distancia. La gente podía confiar en él y en el resto, ya veríamos. Buscaba transmitir este mensaje con énfasis, como cuando en un contundente discurso a tocar de las primeras elecciones tildó indirectamente de marxistas a los partidos de izquierdas y de franquistas a los de derechas. Él era el centro, el de la Unión de Centro Democrático, y el artista en medio de la escena.

Todos los focos de las cámaras lo enfocaban, lo escrutaban y lo quemaban aceleradamente, pero él era plenamente consciente de ello y lo supo aprovechar de principio a fin de su mandato. La televisión lo acompañó en los momentos clave, también cuando utilizó este medio para comunicar su renuncia y también cuando en la sesión de investidura de su sustituto, Leopoldo Calvo-Sotelo, los guardias civiles encabezados por el teniente coronel Antonio Tejero irrumpieron en el Congreso. Incluso en ese momento crítico, Suárez mantuvo la perspectiva de la proyección pública. La dignidad presidencial, el hombre de Estado, también ante la perspectiva de un desenlace personal incierto, tenía que aguantar el tipo, siempre consciente de la mirada del otro, del cuidado de su imagen no solo estética (elegante, pulcro, con un punto de glamour kennediano), sino sobre todo como estadista. Era plenamente consciente de que un presidente también se reivindica ejerciendo y, en una sociedad donde la televisión ya marcaba (a años luz de hoy) aquello que existe o no y cómo lo hace, supo proyectar imágenes que respiraban liderazgo, acción, cambio y movimiento, cuando estos fueron más necesarios.