Geometría variable

¿Es posible un gran pacto nacional?

JOAN TAPIA

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Tras las duras cifras del empleo del primer trimestre y el pesimista cuadro macroeconómico del Gobierno, en la asamblea del Instituto de la Empresa Familiar (IEF) flotó el deseo de un gran pacto nacional (o incluso de un gobierno de unidad a la italiana) para afrontar una crisis terrible: cuatro millones de empleos perdidos desde el 2008, paro del 27% y negras perspectivas. ¿Por qué?

Xavier Rius hizo el martes un tuit provocador: si el empresariado pide unión nacional es que ya no se fía deMariano Rajoy.Hay algo de eso. En la encuesta del IEF se califica la situación económica y política con la misma nota tras el primer año deRajoyque en el último deJosé Luis Rodríguez Zapatero. No hay milagroRajoy-PP,Rodrigo Ratoya no es un referente yJosé María Aznarhace de excéntrico. Y no se cree queRajoysolo pueda hacer lo que no hizoZapatero: convencer al país de la obligatoriedad del ajuste (que por la vía de la devaluación interna y con dolor se está haciendo). El horizonte es de recesión y buena parte de los empresarios (empezando por el presidente del IEF, que se apellidaEntrecanales) necesitan obra pública. Que Bruselas aminore el rigor y, como proponía el programa del Partido Democrático italiano, no compute la inversión como déficit.

En este contexto, el gran pacto nacional (PP y PSOE, pero también CiU e incluso PNV) tendría ventajas evidentes. Como pasó con los de la Moncloa del 78, daría más autoridad moral al Ejecutivo para aplicar el obligado rigor. Además, en sintonía conEnrico Letta(un democristiano a loDuran Lleidaque lidera el equivalente postcomunista del PSOE y el Gobierno de unidad nacional italiano), daría más fuerza para ir a Bruselas a pedir una suavización de la ortodoxia (aunque España depende más de la confianza de los mercados que deAngela Merkel). Y también podría ser la vía para encauzar el problema catalán. Ni PSOE ni PP capitalizarían contra el otro lascesionesa Catalunya y se podría disciplinar mejor a los Monagos e Ibarras. Y el postpujolismo podría encontrar una válvula de salida al peligroso (para Catalunya, pero también para España) callejón sin salida por el que ha apostado. Resumen: ante la adversidad dura y continuada, la unión quizás no haga la fuerza, pero ayuda a resistir.

Sin embargo, la adversidad también puede llevar al sálvese quien pueda y a la disgregación. Y el gran pacto parece lejano. Primero, porque ahora el peligro de decadencia económica es más profundo pero menos aparatoso que el Ejército de 1978. Segundo, porqueRajoy

-el político más resistente del PP, o sea, el mejor- no cree en grandes diseños, sino en ir tirando (aunque sea mal). Es un gallego conservador, pragmático y realista. Tres, porque la cultura del PP se basa en no querer compartir el poder. AunqueRajoyquisiera el pacto, sería muy difícil porque su derecha (Aznares un excéntrico, pero está vivito y coleando) no quiere una España roja (complicidad conAlfredo Pérez Rubalcaba) ni rota (gestos aArtur MasoIñigo Urkullu).Rajoyapostará pues por abrir el paraguas e intentar un frente (PP español, socialistas franceses y pastiche italiano) para ablandar aMerkel.Esperando (Dios escribe con renglones torcidos) que elrojilloSPD sea más fuerte en setiembre, tras las elecciones alemanas.

El problema de España es que el cuadro macroeconómico (un economista solvente comoDavid Taguas lo cree optimista) es horroroso y la caída del empleo lo destruye todo. El deRajoyes que los barones y alcaldes populares temen cada día más la factura de las elecciones autonómicas y locales previstas para principios del 2015. Y la derecha del PP tieneagitpropy diarios que ya comienzan a impacientarse.