ANÁLISIS

La posibilidad del desconcierto

RAFAEL VILASANJUAN

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Si las encuestas no engañan -que es mucho decir- la elección del próximo presidente americano sigue en el aire. Aunque sorprenda, aunque hubiéramos podido apostar todo sin temor a perder, Hillary no despunta y eso que enfrente tiene a un candidato esperpéntico, un contendiente imposible sobre el que jamás hubiéramos apostado para la carrera final. Y sin embargo ahí está, apocalíptico y primario arañando pronósticos improbables.

¿Trump Hillary? No continúe si piensa que este artículo va a resolver el dilema. Tal vez sea un síntoma de que algo está fallando en la sociedad americana, en la manera que tenemos de entenderla o ambas cosas a la vez, pero a estas alturas, a pesar del abismo entre candidatos, solo podemos analizar cómo llegan hasta aquí, poco más.

De Donald Trump, ¿hay algo que no se haya dicho ya? Si la capacidad de asombro no se ha colmado con sus discursos bárbaros, con su manera soez de entender el mundo; si no sorprenden sus mentiras, su desprecio a las mujeres, a los latinos y a los negros; si no repugna un candidato capaz de estafar los impuestos al país que ahora quiere dirigir, si todo eso no importa estamos a un paso de la sorpresa final.

Frente a un dilema tan desigual la cuestión es: ¿Qué le pasa a Hillary Clinton? ¿Qué le ocurre que no acaba de convencer? Manteniendo la carrera como un referéndum a favor o en contra de su estrambótico rival, la presidencia parecía tan despejada como conocido el camino que debía andar. Pero la torna ha cambiado y es ella la que ahora está en el centro del debate y tiene que arrastrar confianzas. Mientras Trump se puede disparar en el pie y seguir corriendo, las últimas informaciones sobre los errores de su correspondencia oficial desde un servidor privado han llenado de minas el jardín por el que Hillary pensaba regresar mansamente a la misma Casa Blanca en la que ya vivió.

INCAPACIDAD DE EMOCIONAR

Pero interesadas o no, las filtraciones de su correo no son tan inquietantes como su incapacidad de emocionar y de ahí que ahora, en la recta final, cuando a la campaña ya le quedan los restos, el presidente Obama se haya tenido que lanzar recuperando lo mejor de sus discursos, los mismos con los que eclipsó a Hillary hace casi una década y le ganó el liderazgo del partido. Si pierden los demócratas, cada uno de los pasos arrancados por Obama a un Congreso hostil, desde la reforma sanitaria a la apertura de relaciones con Cuba o el acuerdo nuclear con Irán pueden acabar en una papelera.  Por lo que conocemos de Obama, su intención no es pasar a la historia como la excepción progresista, sino como el detonante de una nueva etapa donde se rompa la gran brecha social que divide y polariza al país. No sabemos si Hillary va tan lejos, pero no ha logrado entusiasmar ni a las minorías negras y latinas, ni a los mas jóvenes. A ellos es a los que Obama ha tenido que salir a buscar, porque si no se movilizan, el voto femenino solo puede no ser suficiente para acabar evitando la posibilidad del desconcierto.