Editoriales

Pornografía y educación sexual

El sistema educativo debe suministrar los argumentos que ayuden a los menores a afrontar la ficción pornográfica

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El fácil acceso a través de internet a contenidos de carácter pornográfico está afectando de forma directa y poco constructiva a los procesos formativos de los menores. El fenómeno es cada vez más precoz. Se calcula que los niños ven sus primeros vídeos porno a los 10 años y que en la pubertad el consumo de este tipo de películas alcanza cifras elevadas en cantidad y frecuencia.

La siempre pendiente asignatura de educación sexual en nuestro sistema educativo ha facilitando que la industria del cine para adultos se haya convertido en la gran fuente de aprendizaje sexual para niños y adolescentes quienes, desde la intimidad e inmediatez que proporciona la red, creen encontrar en ella soluciones a muchas de las preguntas que les asaltan y que ni en la familia ni en las aulas nadie les responde. Pero la didáctica de este 'profesor porno' resulta ciertamente distorsionadora para el 'alumno', que puede llegar a confundir el correcto entendimiento de la sexualidad humana con la ficción de los acrobáticos y hasta imposibles ejercicios de los profesionales de un vídeo X.

La mayor preocupación, sin embargo, se centra en los mensajes que destilan estas películas y que asaltan a los jóvenes en un periodo clave de su formación. Cuando solo se aprende sexo a través del mundo porno lo que se percibe inevitablemente es la reproducción de estereotipos machistas, homófobos y racistas, así como la sublimación de relaciones violentas en un marco casi siempre de desbocada sexualidad genital.

Mientras llegan sistemas adecuados para comprobar la edad de quien pretende consumir pornografía en internet, la familia y sobre todo la escuela se convierten en pilares fundamentales para redirigir la situación. El entorno familiar debe resultar clave en el despertar de la afectividad del menor, mientras que las aulas han de procurar una educación donde las relaciones, sean de carácter homosexual, heterosexual o bisexual, se presenten como más satisfactorias cuanto más deseadas y dentro de un marco de libertad y responsabilidad.

Una enseñanza que, más allá de clases de simple higiene y salud sexual en materias secundarias, ayude a diferenciar los comportamientos que producen placer de los que implican violencia. Solo con esos argumentos pedagógicos asumidos los menores podrán desactivar los códigos de la gimnástica ficción pornográfica.