Por una Turquía europea

Unos manifestantes sostienen una bandera turca, el jueves, en Ankara.

Unos manifestantes sostienen una bandera turca, el jueves, en Ankara.

Eva Peña

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La plaza Taksim de Estambul se ha abierto hueco en el imaginario de todos, como Sintagma o Sol en su día. Esa Turquía que lleva una década de crecimiento y prosperidad económica, en que el PIB prácticamente se hacuadriplucado, es testigo ahora de una clase media que busca influencia política real. Las calles aledañas a la plaza se han ido nutriendo de personas bien vestidas, informadas y con acceso a las redes sociales. El detonante de la protesta antigubernamental, que ya se prolonga más de tres semanas, fue una concentración ecologista en defensa del parque Gezi frente a la construcción de un gran centro comercial.

Ante la presencia masiva en las calles turcas, unos buscan el paralelismo con el movimiento de losindignados, otras voces ven un síntoma de cambios en laglobalización, mientras otras se sitúan en la órbita de laprimavera árabe, siendo innegable el peso creciente delsecularismoy el malestar ante las alianzas y gestos islamistas de Erdogan (su sugerencia de quelas mujeres tengan tres hijoso lasrestricciones en la venta de alcohol), en un contexto en que, tal como sucedió en el 15-M español, los manifestantes marcan distancias con los resortes políticos tradicionales.

El progreso económico turco ha fraguado una clase media que se ha tornado una bomba de relojería para un poder establecido, adornado con tics claramente totalitarios. Turquía es el país del mundo con másperiodistas encarcelados. Ese poder con tintes autoritarios da señales de impotencia ante las protestas, mostrando ribetes anacrónicos, como la demonización de la red social twitter. Aseguran que el AKP, partido en el gobierno, está siendovíctima de su propio éxito.

La peculiaridad de la “revolución” turca viene dada por la presencia de mujeres sin velo, de universitarios y de clases medias instruidas que claman por mayor libertad y por una sociedad plenamente inclusiva. Tras la prosperidad económica, el ciudadano busca nutrirse de valores más profundos, como la aspiración universal de libertad y democracia. El pueblo turco se posiciona en las calles contra la decisión unilateral de construir un gran centro comercial, reivindicando un estilo de vida más participativo. La sociedad turca reclama una Turquía europea.

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