Por una cultura trans

MIQUEL MISSÉ

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Una de las principales ideas que se han instaurado en el imaginario colectivo para definir la transexualidad es la metáfora del cuerpo equivocado. Esta perspectiva biomédica, que se ha convertido en el discurso hegemónico sobre el tema, implica importantes consecuencias políticas. Si la transexualidad es un problema individual, es individual también su solución. Si la transexualidad es un problema médico que se materializa en el cuerpo, está en el cuerpo también su tratamiento. Estas respuestas pueden efectivamente aliviar el malestar de las personas trans en algunos casos pero no abordan la raíz del problema. Desde hace más de una década, el activismo trans viene señalando que ni la transexualidad es un problema médico, ni existen los cuerpos equivocados. Si existieran, pensemos bien en cuántas personas podrían utilizar ese mismo argumento: personas delgadas atrapadas en cuerpos de personas gordas, por poner un ejemplo.

Otros enfoques plantean que la transexualidad tiene una importante dimensión estructural. Los roles de género son algo que se nos impone a todas las personas en nuestra sociedad. Y de hecho, nos pasamos parte de la infancia aprendiendo cómo funcionan, practicando los límites de la identidad de género que nos ha tocado. Hay quienes lo gestionan más o menos bien, hay quienes lo gestionan con menos facilidad pero logran dar sentido a su vida viviendo como hombres femeninos o mujeres masculinas y finalmente hay quienes no logramos dar sentido a la categoría de género que nos ha sido asignada y necesitamos vivir en el otro género para poder ser nosotros o nosotras mismas.

La tensión con los roles de género la tiene una parte importante de la sociedad, lo que varía es cómo cada persona gestiona esas presiones. La transexualidad es de hecho un excelente indicador de la alarmante rigidez de nuestra cultura de género. No tiene nada de biológico, y aún menos de cerebral. Es una consecuencia de nuestro modelo social. Con todo esto no quiero restarle valor al cambio corporal porque es una alternativa para muchas personas trans, solo aclarar que no resuelve nada frente al malestar estructural que la transexualidad plantea.

Nadie quiere vivir en el cuerpo equivocado. Por eso, es urgente resignificar el cuerpo trans, de cara a las generaciones de adolescentes trans que inician hoy sus recorridos. El reto de conseguir que puedan pensar su cuerpo de otra manera y no como el principal responsable de su malestar. Barcelona acoge estos días un espectáculo excepcional sobre estos debates, se trata de 'Limbo', una creación de Les Impuxibles que estará hasta finales de mes en el Teatre Gaudí. Un excelente ejercicio de cultura trans para pensar lo trans desde otros paradigmas y abrir nuevos debates que nos acompañen a ser un poco más libres.