Los jueves, economía

Por quién doblan las campanas

Lo que se dirime en Grecia va más allá del endeudamiento y se centra en las reformas pendientes

JOSEP OLIVER ALONSO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¡Ay con Atenas! Las bolsas caen, las primas de riesgo rebotan al alza y los nervios se extienden. ¿Hay que preocuparse? No por ahora, aunque el camino anuncia curvas, y podríamos derrapar. Grecia se encuentra en un cruce de caminos. Puede escoger el conflicto, algo que hoy por hoy no hay que descartar, aunque parece menos probable; o puede ir hacia el acuerdo, logrado tras exuberantes exhibiciones de soberanía por Tsipras y Syriza, y de inamovible dureza germánica por Merkel, Bruselas y Lagarde. 

Para ubicar esta última posibilidad, permítanme resumir algunas características de la deuda griega, poco conocidas por estos lares. Primero, el endeudamiento griego es, fundamentalmente, público y en manos internacionales. Aquí, como saben, hay mucha más deuda privada que pública, aunque esta haya aumentado sensiblemente los últimos años. Segundo, a Grecia ya se la ha rescatado dos veces, en el 2010 y en el 2012, amén de otros acuerdos, alargando plazos y reduciendo tipos de interés. Tercero, en el entorno del 70% de la deuda pública griega (unos 250.000 millones de euros) son préstamos bilaterales de los países de la eurozona (de cada Gobierno a su homólogo griego), del fondo de salvamento europeo (que, por cierto, cobra 0% por estos créditos), del BCE (que devuelve al Gobierno griego los ingresos que obtiene por el cobro de intereses de la deuda helénica en su poder), o del FMI; solo cerca de 70.000 millones son con acreedores privados, básicamente bancos europeos.

Cuarto, la extensión de los plazos de amortización de esa deuda ha sido generosa. Los créditos bilaterales entre países (España ha prestado unos 25.000 millones) tienen una maduración media cercana a los 30 años. Y, en conjunto, los plazos de amortización se sitúan en 16, a comparar con los ocho de Alemania o el plazo algo superior a los seis años para España. Quinto, la carga por intereses de ese enorme endeudamiento (un 170% del PIB, frente al 100% en España) es contenida: un 2,6% del PIB, a comparar con el 2,2% francés o cerca del 4% español. Ello es el resultado de la reducción acordada con Grecia en el precio de los préstamos de las instituciones públicas europeas. Y sexto, a Grecia ya se le han perdonado, de golpe y porrazo, unos 100.000 millones en manos de la banca europea (en la primavera del 2012), que salió trasquilada de la exigencia alemana de que los que habían prestado inconscientemente asumieran parte de su responsabilidad, junto a los contribuyentes griegos y europeos.

El mantenimiento de la unión monetaria

Entenderán que, en esta situación, para Alemania y la Comisión aceptar un alargamiento de los plazos de amortización y/o una nueva reducción de tipos de interés no tiene por qué ser complicada. Incluso, podría convertirse la deuda griega en manos públicas en deuda perpetua, o casi perpetua.

Pero lo que se dirime en Grecia va más allá de los problemas de endeudamiento. El núcleo duro son las reformas. Alemania considera que, sin reformar las economías del sur, los problemas de déficit exterior y nuevo endeudamiento continuarán. Y ello es incompatible con el mantenimiento de la unión monetaria en su actual estructura. Y tienen razón. Por tanto, la línea roja de la Comisión y de Merkel son las reformas. Si se cruza esta, si se abandona el programa reformista, podríamos ver situaciones que ninguno desea. Por ello, si Grecia acepta seguir con el proceso de reformas, lucha contra el fraude fiscal y aumento de la competitividad de su economía, imagino un trueque perfectamente posible: la troika acepta suavizar los compromisos sobre la deuda y Syriza conviene en no cejar en el cambio estructural de su economía. Y en ello parece estar el nuevo Gobierno griego, que en sus primeras horas ya ha hablado de lucha contra el fraude fiscal, en la línea de unas declaraciones de Tsipras sobre la necesidad de romper el poder de los oligarcas griegos. Que son los que han llevado a esa economía al precipicio.

Provocar errores de cálculo

Pero en economía y en política, como en la vida, todo es susceptible de empeorar. Grecia se ha desmarcado de las sanciones de la UE a Rusia, y ello abre perspectivas que no deberíamos echar en saco roto. Además, los nuevos dirigentes parecen jugar con una idea que aquí, en el debate nacional, también se ha usado: dado que el euro estaría en peligro, la UE no dejará caer a Grecia. Ello puede provocar errores de cálculo que enciendan un conflicto que nadie desea.

En todo caso, sin acuerdo, el horizonte griego se endurece: necesita renegociar el rescate para pagar nóminas y pensiones. Y si los mercados se ponen de los nervios, dados los niveles de endeudamiento en España el contagio no es impensable, incluso con el manguerazo de Draghi, que lo lubrica todo. Alerta con lo que venga de Atenas.