La clave

¿Por qué potan los niños, señora Merkel?

IOSU DE LA TORRE

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Sostiene el fisioterapeuta Quim Vicent que todo está conectado. Una muela del juicio, por ejemplo, causa el pinzamiento de las vértebras lumbares. El aleteo de una mariposa en el golfo de México puede desatar un tsunami al otro lado del planeta. El actuar patoso de una cancillera alemana provoca la descomposición de una frágil preadolescente.

Que Angela Merkel producía gastroenteritis ya lo sabían los griegos Tsipras Varoufakis. Que, de un modo instantáneo, podía desbaratar los sueños de los niños se ha conocido al difundirse el vídeo en el que la kaiseresa cierra las puertas de Alemania a la hija de una familia libanesa huída desde Oriente Medio.

Por fin el Gran Wyoming obtiene respuesta a la mítica canción ¿Por qué potan los niños?, que compuso con el maestro Reverendo con final abierto. El hoy presentador de El Intermedio cerraba la incógnita martilleante preguntando «¿qué verán en sus papás?». A partir de ahora podrá añadir nuevas estrofas a esos animales políticos insensibles con la chavalería. ¿Por qué potan los niños, frau Merkel? Puede darle respuesta, Soraya Sáez de Santamaría superviviente de la mirada fulminadora de aquella cría santanderina a la que la vicepresidenta arrebató una lupa.

¿Y la niña de Rajoy?

Merkel ha sido elogiada y criticada en su país y allende fronteras, sobre todo las que no existen, las digitales. Pretender que una niña asuma la mano inflexible de Europa con los emigrantes y los refugiados que huyen de guerras y dictaduras refleja una falta de sensibilidad gigantesca. ¿Qué sabe un crío de ricos y pobres, de clases sociales, del color del dinero?

¿Por qué potan los niños? ¿Qué verán en Merkel o Hollande? Ya pocos recuerdan el gesto grimoso de Aznar cuando le arrojaron un bebé para una foto a la entrada de un mitin. ¿Quién devoró a la niña de Rajoy? ¿No hay asesores que aleccionen sobre cómo tratar a los más pequeños? ¿El rey está desnudo?

¿Por qué potan los niños? El Evangelio de San Mateo («dejad que se acerquen a mí», dijo Jesucristo) es papel putrefacto en las estanterías de esos políticos sutiles como la lija del cinco.