La evolución de la economía

¿Por fin la recuperación?

No hay razones para exagerar el optimismo porque los buenos datos son debidos a volátiles factores externos

JOSEP BORRELL

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Abril se despide con buenas noticias. En España, el PIB del primer trimestre ha crecido un 0,9 % con respecto al último del 2014. Lo que ha permitido a Rajoy lanzar las campanas al vuelo, anunciando un crecimiento del 3 % para el conjunto del año. En la UE los precios se han mantenido estables después de cuatro meses consecutivos de caída. Lo que aleja el riesgo de deflación, especialmente porque, excluyendo los de la energía, los precios han subido el 0,7% en tasa anual. Y, según el BCE, el crédito a las empresas ha aumentado por primera vez desde marzo del 2012. Poco, un 0,1 %, pero señal de que las medidas de estímulo están ayudando a combatir la restricción de crédito que ahoga el crecimiento.

Las bolsas están subiendo, quizá demasiado o demasiado deprisa. Y aumentan la confianza de los consumidores, la inversión y el superávit comercial de la eurozona con el resto del mundo. Es la consecuencia de un cóctel de factores positivos: caída de los precios del petróleo, un euro más barato y la política monetaria expansiva del BCE (el famoso QE, quantitative easing). La caída de los precios de la energía, casi el 6 % en un año, equivalen a una reducción de impuestos sobre las familias y de costes para las empresas. Desde principios de marzo el BCE ha empezado a comprar deudas públicas por 60.000 millones de euros mensuales, lo que ha contribuido a devaluar el euro un 25% con respecto al dólar y empujar a la baja los tipos de interés. Para los gobiernos, equivale a menores exigencias de reducción de déficit. Y, vivir para ver, el Bundesbank se convierte así en el principal tenedor de deuda publica alemana… Estos factores externos han sido especialmente positivos para la economía española. Con un petróleo y un euro más baratos, las empresas han ganado competitividad exterior mucho más rápido y con menos sufrimiento social que con la devaluación interna vía salarios. Somos también uno de los grandes beneficiarios del QE de Draghi. Los prestamos de menos de un millón a las PME son un 35% más baratos que en el 2012. También ha ayudado la recapitalización bancaria, aunque la factura haya resultado salada para el contribuyente.

Es difícil saber cuánto han contribuido a esa dinámica positiva las reformas estructurales, en particular las del mercado de trabajo, aplicadas desde el 2012. En un primer tiempo han agravado la recesión porque esa clase de reformas disminuyen las rentas y aumentan la incertidumbre. Pero, cuando han empezado a jugar factores externos como los enunciados, pueden haber contribuido a la recuperación. En cualquier caso no hay razones para exagerar el optimismo. Aunque Berlín y Bruselas proclamen que han sido las amargas recetas de austeridad y contracción fiscal las que han producido señales de vida en las economías española e irlandesa, lo cierto es que la recuperación es muy modesta, quizá temporal y en todo caso insuficiente. Y se debe más a esos factores externos que a las políticas promovidas por Alemania. En el caso español, más que a una reducción a rajatabla del déficit, se debe a la relajación de exigencias que se nos han concedido en vísperas electorales.

El PIB de la Eurozona es todavía un 2% menor que en el 2008. El español un 6%, con una deuda/PIB que se ha más que doblado. Y los factores externos pueden acabar y revertirse. La depreciación del euro aumenta los precios del petróleo en dólares. Y sus efectos sobre la competitividad exterior pueden no ser ni tan intensos ni tan duraderos como desearíamos. Las exportaciones del conjunto de la Eurozona (2 billones de euros) son muy elevadas en comparación con el resto del mundo, mayores que las de China. Para aumentarlas aún haría falta una mayor demanda mundial y las perspectivas no son brillantes. Pero solo suponen un 20% de los 10 billones de nuestro PIB, poco para un gran impulso económico. Según el BCE, la depreciación ponderada del euro del 10% aumentaría el crecimiento un 0,2%.

Haría falta que también se recupere la demanda interna. Para ello son necesarias políticas más expansivas, empezando por quien más se lo puede permitir, que son los grandes países excedentarios como Alemania. En términos macroeconómicos de la Eurozona es absurdo que esta tenga un superávit comercial tan elevado (240.000 millones en el 2013) y al mismo tiempo niveles tan grandes de paro en algunos miembros. Con ese superávit exterior, los europeos hubiéramos podido consumir o invertir mucho más sin que eso representase un problema de financiación. Y si, además, ese consumo o inversión adicionales se hubieran orientado hacia la transición energética y la reconversión ecológica de la economía, hubiéramos sentado las bases de una recuperación más intensa y duradera.