La encrucijada catalana

Por fin el PSC se clarifica

Los socialistas habían contribuido por debilidad a alimentar la frivolidad del confuso derecho a decidir

Por fin el PSC se clarifica_MEDIA_1

Por fin el PSC se clarifica_MEDIA_1

JOAQUIM COLL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Contra el fúnebre pronóstico que lanzaron no pocos medios de comunicación, el PSC no salió dividido sino clarificado y, hasta cierto punto, fortalecido internamente de su Consell Nacional del domingo. En algunos casos, el anuncio de que iba a producirse una escisión respondía, más que a un frío análisis, a un oculto deseo. No olvidemos que si alguna profecía se ha cultivado con fuerza en los últimos tiempos en Catalunya es que el PSC no logrará sobrevivir a la actual tensión y al choque entre sus dos supuestas almas antagónicas, la catalanista y la españolista. El naufragio socialista es un deseo compartido, por razones estratégicas y electorales, por el soberanismo y el nacionalismo español. Cuenta incluso con una versión bastante elaborada en una parte de nuestra izquierda más resabiada, por ejemplo en las reiteradas diatribas del filósofo Josep Ramoneda, que ha decidido condenar al PSC al fuego eterno de la historia por sus múltiples pecados, los propios e intransferibles, pero de paso también por todos los de la socialdemocracia catalana, española y europea juntos.

No existe una conspiración, pero sí una conjunción de intereses para destruir al PSC. Lo sucedido estos días, o aquella convulsa tarde del 23 de enero en que se aprobó en el Parlament la declaración soberanista, me parece que avala esta hipótesis. Observen si no con atención hasta el 4 de diciembre, cuando se votará la cuestión del artículo 150.2, la enorme presión mediática que van a recibir los diputados díscolos del PSC para que rompan otra vez la disciplina de voto. No quiero decir con eso que el PSC no haya cometido antes grandes  errores. La culpa de la orfandad electoral en la que se encuentra es principalmente suya, responsabilidad que recae en sus dirigentes, principalmente los de la última década, y que incluye también a muchos de esos exconsellers que se han vuelto muy críticos con su partido pero sin mucha capacidad autocrítica.

Los socialistas se equivocaron hace un año cuando asumieron de manera poco reflexiva el confuso derecho a decidir. No se puede obviar tan alegremente que no se trata de un derecho sino solo de una reivindicación, tan legítima como queramos pero que no existe en ninguna constitución democrática del mundo. Ni es tampoco un principio federal. Sin embargo, el soberanismo ha hecho creer a los catalanes cosas que no son, pretende inventarse legalidades que no existen, juega con eufemismos o términos que nada significan, y hasta promete dar a luz un nuevo Estado sin coste alguno. El PSC ha contribuido sin querer a alimentar esta frivolidad. Lo más curioso es que lo ha hecho sin sacar ningún provecho electoral, todo lo contrario, ni tan siquiera pretenderlo. Sencillamente, por pura debilidad frente al discurso hegemónico.

Lo sucedido este domingo tiene bastante de rectificación de esa trayectoria errática. Es mérito de Pere Navarro que el PSC recupere la autonomía de su proyecto político. Fijémonos en cómo de una cuestión táctica, casi de técnica jurídica, se ha pasado a un debate de fondo sobre la viabilidad de la consulta. Los partidos del bloque soberanista impulsan la vía del artículo 150.2 de la Constitución, que prevé una delegación de competencias entre gobiernos. Todos saben que es un falso camino, rechazado ya otras veces por el Congreso Dicho artículo hace solo referencia a asuntos que sean susceptibles de transferencia o delegación, como lo fue en su día la competencia de tráfico. No parece que la integridad del Estado sea materia autonómica. Además, se pretende solicitar dicha transferencia cuando todavía no existe ni la pregunta para la consulta que se pide. La política catalana se ha convertido en el juego de los disparates. ¿Y luego, tras el no de Madrid, qué? Puede que se pretenda justificar un Govern con ERC hacia febrero que dé paso a nuevas elecciones -antes del referendo escocés, por supuesto-, en las que se ponga a los catalanes frente a una grave disyuntiva.

Los socialistas no son nacionalistas, sino federalistas. Por tanto, su objetivo no es la celebración de una consulta de autodeterminación, sino la reforma federal de la Constitución lo antes posible, aunque a corto plazo reconocen que es muy difícil. La obligación de un partido político es decir siempre la verdad. O por lo menos decir lo que se piensa de verdad. Navarro dijo en público hace poco lo que muchos reconocen en privado pero no se atreven a decir en voz alta: que no habrá consulta el 2014. Este domingo, el PSC logró un abrumador aval interno a su estrategia sobre el derecho a decidir en base al principio de la verdad: que sin acuerdo con el resto de España jamás habrá consulta. Y que lograr eso requiere mucho tiempo en lugar de amenazas y ultimátums. Pero más importante aún, que la prioridad de los socialistas es la reforma federal y no la autodeterminación. Historiador.