ANÁLISIS

El populismo efímero

Pancarta contra la ultraderechista AfD durante una marcha europeísta en Colonia (Alemania), el 23 de abril.

Pancarta contra la ultraderechista AfD durante una marcha europeísta en Colonia (Alemania), el 23 de abril. / periodico

RAFAEL VILASANJUAN

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Tal vez el ascenso de la extrema derecha está sufriendo su primer revés en Alemania, una crisis que aunque no apunte todavía al fracaso del populismo ultra  al menos lo muestra vulnerable. El país mas expuesto a la crisis de refugiados ha celebrado el congreso de su movimiento de extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), con escasas certidumbres, división, sondeos a la baja y expectativas de voto mediocres de cara a las elecciones federales de después del verano. Pero si la caída en los sondeos es importante, que este primer revés suceda precisamente en Alemania no lo es menos.

El horizonte electoral es en septiembre cuando las generales decidan al próximo canciller alemán. Tras colar candidatos en todos los parlamentos regionales donde ha habido elecciones estos últimos dos años, el reto de la extrema derecha es entrar en el Parlamento federal. Y aunque es muy probable que consigan escaños, no lo es tanto en cambio que puedan condicionar la agenda política. Una buena noticia para Alemania, pero también para Europa.

Hay muchos factores que están contribuyendo a frenar su avance y estabilizar el escenario político. La retirada de la líder Frauke Petry como cabeza de lista puede explicar parte del retroceso, pero a diferencia de Francia y Holanda donde los partidos de extrema derecha son más jerárquicos y están consolidados en torno a la figura de Marine Le Pen y Geert Wilders, en Alemania la AfD es más un movimiento de múltiples tendencias, con una narrativa que durante los últimos dos años ha ido cambiando más que la meteorología.

Nacida como una plataforma de euroescépticos, la clave de su retroceso puede estar en su radicalización, alimentando el discurso ultranacionalista y xenófobo para convencer a los vulnerables, y a partir de la crisis de los refugiados del 2015, a los indignados con la política de Angela Merkel. La AfD solo han tenido que mirarse en el espejo de sus homólogos europeos de la extrema derecha y articular su relato contra la inmigración. Mientras Alemania recibía en un solo año más de un millón de refugiados, la extrema derecha empezó a manejar entre la población el temor a los que llegan, con alguno de sus líderes defendiendo que se debía impedir la entrada, si era preciso incluso disparando. 

De no haber sido por un liderazgo claro del Gobierno, pocos países -desde luego ninguno europeo- habrían soportado tan bien esta llegada de inmigración masiva. Merkel y sus aliados vivieron el castigo en elecciones regionales. Entonces, con la misma contundencia con la que se abrió la puerta de entrada, se cerró. Pero con mas de un millón de personas esperando asilo y atentados como el de Berlín, no es sorprendente que la extrema derecha atice el fuego y se radicalice. Los nostálgicos de Hitler están ganando la batalla por el poder del movimiento ultra, pero precisamente en un país que conserva en sus vísceras el horror del pasado nazi, la deriva radical puede convertirlo en un movimiento efímero. Esa es la gran noticia.