La clave

Poner a Franco en su sitio

JUANCHO DUMALL

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El historiador Ángel Viñas sostiene en una entrevista publicada este domingo por EL PERIÓDICO que «los españoles aún no han puesto a Franco en su sitio». Y lo dice cuando están a punto de cumplirse los 40 años de la muerte del dictador (20 de noviembre de 1975), es decir, cuando ya se debería tener una perspectiva histórica adecuada para poder hacer un juicio distanciado y riguroso. En su último libro, 'La otra cara del Caudillo' (Crítica, 2015), Viñas indaga en la fortuna amasada por Franco de manera opaca y con unos manejos que dejan como meros aficionados a los grandes corruptos de la España de hoy.

Baste un dato aportado por el prestigioso catedrático madrileño. Al acabar la guerra, el general alzado tenía una fortuna, apiñada durante la contienda, de 32 millones de pesetas, lo que equivale a 388 millones de euros de hoy. Puede imaginarse lo que hizo luego, en 36 años de poder absoluto.

Sin embargo, han sido relativamente escasas en la historiografía moderna las críticas al dictador por sus prácticas corruptas, como si se diera por supuesto que un tirano se hace multimillonario por el simple hecho de serlo. La realidad es que para conseguir semejante fortuna de la nada hay que situarse por encima de la ley y mancharse las manos en operaciones ilegales, apropiaciones indebidas de recursos del Estado y especulaciones sin cuento al calor de la información privilegiada.

Tierno abuelito

Cabe preguntarse por qué en España todavía hay sectores que tienen una visión beatífica de la dictadura y una distorsionada imagen del déspota que lo acerca a la del tierno abuelito. Algún reciente programa de televisión, sin ir más lejos, incidía en esa manera torcida de señalar a quien gobernó España con puño de hierro durante cuatro décadas tras haberse alzado contra el poder democrático y haber provocado así la guerra civil.

En lo político, el hecho de que el Partido Popular aún no haya condenado el franquismo y que se sienta tan incómodo en el debate sobre la memoria histórica es una de las explicaciones, aunque no la única, de que, como dice Viñas, aún no hayamos puesto a Franco en su sitio.