Pactos, alianzas y contradicciones

Política y teoría de juegos

Estamos de lleno en la interdependencia y muchos dirigentes incurren en el 'dilema del prisionero'

Política y teoría de juegos_MEDIA_2

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PERE VILANOVA

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Esta vez la rentrée es generosa con aquellos que nos interesamos por el uso de modelos teóricos para analizar determinados procesos políticos. Se trata básicamente de estudiar el comportamiento de dos o más actores involucrados en un proceso del que no pueden zafarse unilateralmente. Es decir, estamos de lleno en el terreno de la interdependencia. De la teoría de juegos nos interesan aquí dos o tres cosas concretas: cómo elaboran las estrategias los diversos jugadores, cómo se toman las decisiones (tanto proactivamente como reactivamente) y cómo a veces, incluso en casos muy claros, los actores incurren en el dilema del prisionero y optan claramente por no cooperar entre sí aunque eso sea autodestructivo. Este dilema ha sido motivo de muchos estudios (Merrill Flood, Albert Tucker, los trabajos de la Rand Corporation durante la guerra fría, etcétera) y se resume en esta doble pregunta: ¿por qué dos (o más) actores deciden no cooperar aunque hacerlo iría en interés de ambos? y ¿por qué prefieren optar por un resultado de pierde-pierde (lose-lose game)? O también: ¿por qué, si al final cooperan, es por variables no racionales?

Tenemos tres ejemplos muy a mano. Ante todo, los dilemas de Obama y su política exterior en Oriente Próximo, que muchos medios califican de dubitativa cuando en realidad quizá sea solo prudente. Al presidente de EEUU se le presentan varios dilemas y contradicciones. Washington apoya, con condiciones, al Gobierno de Irak, estrecho aliado de Irán, que a su vez es el principal apoyo del régimen de Siria y de Hezbolá y el principal enemigo de Israel, que es el principal aliado de… EEUU. Según esta ecuación, Washington apoya a un estrecho aliado de Irán a la vez que defiende a Israel, etcétera. El dilema es cómo reordenar el puzle de alianzas y prioridades en el eje negociación-confrontación para que no acabe todo en un pierden todos. Menos mal que el Estado Islámico ha venido -temporalmente- a ofrecer un enemigo común a prácticamente todos los demás actores.

Una elección racional

Segundo ejemplo, este más fácil. ¿Cómo creen ustedes que el Consejo Europeo ha elegido recientemente como líderes al señor Tusk y la señora Mogherini? Elección racional, se supone: después de diez meses de arduas negociaciones, de considerar a varios candidatos y de ponderar currículos, ¿han llegado a esos dos candidatos por pura elección racional en función del cargo respectivo? Bueno, no ha sido exactamente así. Se trataba, según confesión de un alto dirigente europeo, de que con ambos candidatos se cumplieran varias condiciones: uno del norte, una del sur (de Europa); un chico, una chica; uno de derechas, una de izquierdas; uno del este, una del oeste (de Europa). Hagan ustedes la ecuación teniendo en cuenta que el consenso debe ser total y a 28. Es decir, que para los dos máximos cargos de la UE el criterio se inspira en la matemática más elemental: un mínimo común denominador a 28. La buena noticia es que, por poco que hagan (y puede que lo hagan realmente bien), deslumbrarán en comparación con estos gigantes de la historia que han sido Van Rompuy y Ashton. Como ven, elección racional en estado puro.

El tercer ejemplo es mucho más próximo, y se basa en dos círculos concéntricos: las relaciones (negociación-competición) entre Artur Mas y Oriol Junqueras, y cómo el análisis de las diversas hipótesis afecta a todos los demás actores del proceso (nos limitamos a considerar partidos). Para empezar, los que lo tienen más fácil porque no han tenido que cambiar de posición en los últimos dos años: PP y Ciutadans. Solo han de estar pendientes de sus próximos resultados electorales, lo que a medio plazo incluye elecciones municipales, generales y casi seguro autonómicas (las famosas plebiscitarias). En segundo lugar, el dilema para los que han cometido el error de estar y no estar, como ICV y sobre todo el PSC, pues en ningún caso se han pronunciado por la opción independentista pero sí (a medias) por el confuso dret a decidir, y aunque les salvará que el 9 de noviembre no habrá consulta pagarán un alto precio electoral por todo lo hecho y dicho estos últimos dos años.

Queda el tema central. Estos días son prodigiosos. Mas reúne a su cúpula institucional y el mensaje formal es que habrá consulta, mientras que el señor Vila o la señora Ortega dicen coordinadamente que si no es legal no habrá consulta. Mas cree ganar tiempo, y Junqueras solo tiene que esperar las municipales, las generales y sobre todo las plebiscitarias. A corto plazo, Mas está en un escenario pierde-pierde haga lo que haga, y Junqueras lo contrario, pues gana si hay consulta y gana si no la hay pero arrasa electoralmente tres veces seguidas. Aquí el misterio, en términos de toma de decisiones, se llama Mas. Y no se pierdan las aclaraciones que nos va dando el señor Homs.

Catedrático de Ciencia Política (UB).