Análisis

Política para adultos

Alguien tendrá que decir en voz alta que no se puede buscar una solución para Catalunya sin los nacionalistas catalanes

Sánchez, tras su audiencia con el Rey.

Sánchez, tras su audiencia con el Rey. / periodico

ANTÓN LOSADA

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Se acabó el recreo. Los juegos florales y las ruedas de prensa para epatar a la audiencia y los adversarios ya son historia. Apunten esta fecha: puede ser el primer día del fin del Marianismo. Llega la hora de separar a quienes quieren gobernar de aquellos que solo lo pretenden.

El mandato de los electores fue claro el 20-D: ninguno obtuvo la confianza suficiente para gobernar con mayoría. Quien quiera mandar va a tener que entenderse con alguien más que los suyos y los afines. Hasta ahora solo habían acreditado su incapacidad para entenderse. Como los niños pequeños, nos han dicho con quien están enfadados. Ahora toca hacer política para adultos y deben decirnos con quién están dispuestos a irse a gobernar juntos.

Mariano Rajoy vivió su último momento de gloria como presidente en funciones. Compareció para decirnos lo de siempre: que él tiene la mejor opción y la culpa es de los demás porque no le votan. Luego se apagaron los focos. Se ha quedado a oscuras con la corrupción que devasta por dentro su partido como si fuera una bomba de racimo.

Ahora todos las luces son para el candidato y desde ahora es él quien reparte juego. Ya ha dicho que piensa repartirlo a izquierda y derecha. La mera declaración de intenciones ha puesto en hiperventilación a Pablo Iglesias y a Albert Rivera en la aparatosa contradicción de afirmar que, para regenerar España, le parece más fácil entenderse con el PP de la operación Taula. Por mucho que Rajoy e Iglesias coincidieran en reducirlas a dos, Sánchez tiene varias opciones y más de las que parece.

Lleva la iniciativa y todo depende de su inteligencia y de su audacia. Si se deja atenazar por las presiones que le llueven dentro y fuera, fracasará. Si logra ensanchar el campo que todos se empeñan en estrecharle, tendrá éxito. El candidato puede efectivamente apostar por una gran coalición con el PP y Ciudadanos. Pero eso sería algo más que un suicidio electoral. Parece una decisión de alto riesgo sentarse a gobernar con alguien que vive esperando el siguiente registro de la Guardia Civil. También puede atender a la oferta de Pablo Iglesias. Pero el problema es que su suma no llega.

COALICIÓN O EN SOLITARIO

El candidato puede intentar buscar un gobierno de coalición con Ciudadanos propiciado por la abstención popular. Pero el PP tiene nada que ganar en la jugada. También puede jugársela con un ejecutivo en solitario con apoyos parlamentarios estables. Pero gobernar un país con 90 diputados sería todo un milagro.

Pedro Sánchez necesita sumar a los nacionalistas o a Ciudadanos. La opción de los nacionalistas le abre un serio lío interno. Aunque antes o después alguien tendrá que decir en voz alta que no se puede buscar una solución para Catalunya sin los partidos nacionalistas catalanes. Sumar a Ciudadanos a un tripartito ya ha cosechado las rotundas negativas de Rivera e Iglesias. Pero ya se sabe que en política lo que ayer parecía imposible acaba siendo hoy lo normal. Si Sánchez pone sobre la mesa un programa de gobierno que revierta las políticas económicas populares y garantice la regeneración institucional ambos tendrán que dar muchas explicaciones a sus electores.

Porque aunque solo veamos uno, en realidad se juegan dos partidos. Se trata de moverse para ver si se forma o no una colación de gobierno y quién entra o sale. Pero también se trata de jugar para ver a quién se le echa la culpa si al final la partida se pierde y no se logra formar gobierno. Quien la lleve, perderá las elecciones.