EL DEVENIR DE CATALUNYA

Política de lluvia fina

"Nos encontramos ante una batalla por el control del universo simbólico de los catalanes, los independentistas y los que no lo son"

El director general de los Mossos, Manel Prat.

El director general de los Mossos, Manel Prat. / periodico

XAVIER GINESTA

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La laminación de las instituciones catalanas será una política de lluvia fina, será una gota malaya ejecutada a la perfección por el oficialismo español, que busca minar la moral de los independentistas ensuciando aún más a la opinión pública ahora que los catalanes han caído del caballo y han visto que tampoco hay tanta diferencia entre "la sociedad de la croqueta" de Barcelona --en palabras de López Tena-- y la del resto del Estado. La política catalana no es limpia ni es un oasis-con que ha quedado claro recientemente-, y quien más quien menos aprovecha la ocasión para marcar paquete.

Al margen de los casos de corrupción, los encausamientos, las imputaciones y los recursos al Tribunal Constitucional, hay otras actuaciones y declaraciones que, a pesar de no formar parte de los procesos abiertos que tendrán una respuesta judicial, se inscriben en el circo mediático que respalda la desafección de los ciudadanos hacia sus líderes, también de los que deberían conducir el proceso de autodeterminación. Recientemente, tenemos dos casos paradigmáticos. Por un lado, la renuncia forzada del fiscal jefe de <strong>Catalunya</strong>, Martín Rodríguez Sol, por haber opinado sobre la consulta de autodeterminación en una entrevista que no gustó demasiado a Eduardo Torres-Dulce, fiscal general del Estado. La llamada a capítulo del fiscal general no es un acto individual contra Rodríguez Sol sino una declaración de intenciones ante todos aquellos correligionarios que pueden encontrarse, en algún momento, debiendo dialogar con las ansias independentistas. Un mensaje evidente: con el Estado no se juega, la legalidad debe quedar por encima de la legitimidad.

Por otra parte, el espectáculo generado por la presidenta del PPC, Alicia Sánchez-Camacho, renunciando a la protección de los Mossos --sembrando la sombra de duda sobre el cuerpo policial catalán aprovechando el escándalo de espionaje de Método 3-- es muy poco digno de una representante política de su nivel. Ha sido tanto populista y mal calculada su decisión que, incluso, ha implicado que una periodista de EL PERIÓDICO, <strong>Mayka Navarro</strong>, revelara una de sus fuentes de información y publicase un artículo desmintiendo las informaciones que implicaban al director de los Mossos, Manel Prat, con el escándalo de Método 3, y que habían sido --supuestamente-- el origen de la decisión de la líder popular. Navarro y Prat --que se habían citado a un kilómetro y medio del domicilio de Francisco Marco, director de Método 3, aprovechando que la periodista le había ido a entrevistar-- desmontan categóricamente cualquier intención de situar el cuerpo en el ojo del huracán mediático y dejan en muy mala situación a la 'lideresa' catalana, por mucho que esta no se crea la versión de la periodista. Manel Prat ha revelado incluso que Sánchez-Camacho ya se hacía proteger por la Policía Nacional sin avisar a los Mossos d'Esquadra.

Nos encontramos ante una batalla para controlar el universo simbólico de los catalanes, los independentistas y los que no lo son. Una guerra mediática que se libra en paralelo a aquella "guerra civil económica" que radiografió 'The Wall Street Journal' pocos días después de las elecciones del 25 de noviembre pasado. Todos los analistas saben que la ilusión o la desafección de los catalanes determinará el éxito o el fracaso del proceso; que para el oficialismo madrileño ya le va bien la máxima del 'qui dia passa any empeny', más incluso si se logra destapar las cloacas de la política catalana, que hacen tanta peste como en cualquier otro país.

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