¿Podrá Rajoy imponerse a los díscolos?

Mariano Rajoyha hecho lo que debía: decir que la renuncia de ETA a la violencia es una gran noticia y afirmar que ETA ha dado ese paso sin haber obtenido concesión alguna a cambio. Esa actitud revela que el presidente del PP estaba bien informado de cómo se había gestado la iniciativa y que en su valoración ha primado la consideración de que será él quien habrá de conducir el proceso que se abre a partir de ahora. Cabría añadir que una actitud distinta por su parte no habría sido comprendida por la mayoría de los españoles, para los cuales, y sin mayores circunloquios, el fin del terrorismo es algo muy positivo. Y que ir contra los sentimientos mayoritarios no es aconsejable en vísperas electorales.

Unos u otros argumentos deberían haber disipado cualquier duda que pudiera existir al respecto en el interior del PP y de su escuadra mediática. Pero no ha sido así. Una semana después del anuncio de ETA, sigue la escalada de reproches, de denuncias infundadas y de poco menos que acusaciones de traición por lo ocurrido. Contra el Gobierno, pero indirectamente también contraRajoy.

Lo lógico es pensar que esa barahúnda se irá apagando y que el futuro Gobierno del PP tendrá las manos relativamente libres para actuar. A la postre, el irredentismo frente a ETA fue un invento que el PP se sacó de la manga para atacar alZapateroque trataba de negociar con ella. Y no tiene mayor base ideológica, más allá de que de tanto usarlo se ha convertido casi en un principio. Que hoy ya ni vale.

La lógica también haría suponer que el Gobierno deRajoytendrá instrumentos para calmar el ardor de esos tertulianos y columnistas que hoy le critican, pero que cobran de unos medios cuyas cuentas están muy tocadas. Un adecuado reparto del poder también debería contribuir a la paz interna.

Pero tampoco cabe descartar lo contrario. Y que quienes hoy protestan indignados -¿estáAznardetrás de ellos?- le pongan las cosas muy difíciles aRajoy.