PEQUEÑO OBSERVATORIO

Al poder no le gustan las urnas

Prohibir que se vendan urnas a quien quiere comprarlas es una rareza sin precedentes

Meritxell Borràs, 'consellera' de Governació, ayer, en el Parlament.

Meritxell Borràs, 'consellera' de Governació, ayer, en el Parlament.

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Todos sabemos que el mundo del comercio es muy importante. Ocupa y proporciona muchos puestos de trabajo y satisface gran diversidad de necesidades. La Junta de Comerç de Barcelona se creó en 1758, y ya tenía antecedentes. Pero centrándonos en el presente, no hay que subrayar la importancia que tiene el ejercicio del comercio en Catalunya. Comerciar es una actividad de gran alcance social. Pero el Gobierno quiere prohibir, ahora, un comercio muy especial: la compraventa de urnas.

Las urnas son unas «cajas que sirven para depositar votos», según el diccionario. Se usan en ocasiones diversas, desde elegir al presidente de una corporación profesional al ganador de una rifa. Y ahora Rajoy ha notificado que las empresas que venden urnas no pueden hacerlo a la Generalitat.

Lo veo fantástico. ¿Dónde está la libertad de comercio? ¿Dónde la libertad de compra y la de vender? Creo que vivimos en un régimen democrático que acepta democráticamente la libertad de opinión.

El derecho a manifestarse en libertad fue negado en tiempos del franquismo. La única manifestación que recuerdo de aquel tiempo es la organizada por el régimen para glorificar un aniversario del Glorioso Movimiento Nacional. No había ninguna alternativa.

Poner urnas en la calle tiene un gran significado: significa que un país vive en democracia, y que el poder acepta la diversidad de opiniones. Prohibir que una empresa venda urnas a quien quiera comprarlas es, probablemente, una rareza. ¿Hay algún precedente, en Europa, de una prohibición como esta? Porque lo que se quiere votar ni es una revolución, sino un referéndum pactado con el Estado.

Tenemos dos referendos celebrados en tiempo aún recordables por quienes somos viejos. El de 1947, para someter a decisión popular la ley de sucesión de la Jefatura del Estado, y en 1966 la aprobación de la ley orgánica del Estado. Después de esto, es natural que Catalunya también quiera hacer su, democrático, referéndum.